14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Ezequiel D’León Masís

El clan de las cicatrices

Se calcula que 4 de cada 10 nicaragüenses han sufrido abusos sexuales en su infancia. Yo soy uno de ellos. Fui abusado sexualmente en varias ocasiones, antes de alcanzar mis 11 años, por Claudia, trabajadora doméstica que me cuadriplicaba la edad y que además, gozaba de la plena confianza de mis padres y otros excesivos privilegios que ninguna trabajadora doméstica suele tener. Era una especie de ama de llaves altanera y amargadamente “amable”.

La experiencia de abuso en mi caso incluyó sensaciones de placer genital. Siempre minimicé este evento, hasta lo llegué a naturalizar interiormente como “iniciación sexual temprana”. Nunca lo olvidé, ni un solo día. Hoy sé que mi mundo interior se rompió desde entonces.

Padecí a los nueve años mi primera depresión, tuve episodios de culpa intensa que no entendía y una sensación de ser un sucio juguete dañado. Abusar de un niño es alterar todo su sistema afectivo, su autopercepción: el cerebro y el corazón están predispuestos a esa temprana edad a aprender. Injustamente, al violar sus límites corporales y psicológicos, al niño se le enseña que no posee límites en su intimidad. Las secuelas son devastadoras.

El asunto de límites rotos salpicó muchos planos de mi existencia. Mi incapacidad de decir “no, no quiero” a los demás me hacía jugar el papel de ayudador permanente, mi casa y mi cuarto por temporadas era una sala de visitas, trabajaba hasta agotarme en nombre de la justicia social mientras mantenía adicciones, me dejaba llevar por emociones ajenas, vivencié comúnmente rechazo a la comodidad que aportan los bienes materiales: mi niño herido creía que este “trozo de materia que soy” no merecía nada.

Como adulto sobreviviente creé para mí y para los demás una máscara de prodigalidad y fortaleza ideológica, fue necesaria para seguir vivo. El silencio lo rompí parcialmente a mis 28 años de edad (tengo hoy 33). Hablé por primera vez de mi historia de abuso infantil después de caer en una crisis existencial rodeada por una relación afectiva de codependencia, adicciones, vínculos destructivos, aislamiento autoimpuesto y postergación de mis sueños personales más íntimos. Fui diagnosticado con depresión severa mayor en ese primer momento. Literalmente estaba desrealizado y despersonalizado: sentía que ya había muerto, mi cuerpo ardía en fuego vivo, mi cabeza estaba llena de vidrios molidos y voces, las percepciones de mi mente giraban en torno a pánicos incontrolables, cambios de humor bruscos, insomnios prolongados y reacciones conductuales que no tenían que ver nada con el acontecer del entorno. Tuve conciencia de lo que me sucedía, pero estaba en un pozo. Sacaba voluntad de donde no había ganas ni de respirar. Entre desaciertos y aciertos, nunca me di totalmente por vencido. Dos años después de dicha crisis, se confirmó el diagnóstico de bipolaridad.

A partir de ahí, en los últimos cinco años he venido reconstruyéndome como quien une con pega “loca” los tucos de un espejo hiriente para poder encontrar su reflejo. Hasta hace poco he roto el silencio en mi entorno cercano sobre la identidad de la persona que abusó de mí. Cuando lo hice, inmediatamente mi familia y mi compañera de vida actual me creyeron. Que te crean da un alivio enorme. Que no te crean, te destroza. Se hizo un plan con la asistencia de un especialista para alejar a la abusadora de mí, ya que todavía trabajaba campantemente en casa de mi padre. Es difícil de explicar, pero el pacto de silencio con la agresora era un embrollo psíquico complejo, cargado de contradicciones y nudos sarrosos.

Mi estrategia natural de sobrevivencia

En mi caso, la estrategia de sobrevivencia que eligió mi alma fue siempre adherirme a ideologías y prácticas extremistas de justicia social: solía trabajar en organizaciones sociales de izquierda militante y estar al servicio de los demás y sus problemas. Terminé quemándome. No veía mis propias necesidades porque no podía ver mis heridas. Todo lo proyectaba exageradamente en temas sociales.

Mi proceso en marcha

Mi proceso de sanación no ha sido lineal en absoluto, ha habido crisis, logros y recaídas. Pero la determinación de continuar ha fraguado mi carácter y ha templado mi espíritu.

Mi camino lo puedo comparar con la línea de un electrocardiograma que, zigzagueante, no deja de avanzar. Esencialmente, puedo resumir que este ha consistido en cinco cosas: 1. Honrar totalmente mi pasado de sobrevivencia porque he sido un león guerrero hasta hoy (fui víctima cuando niño, durante la crisis profunda tuve consciencia de ser sobreviviente y estoy empezando a dejar poco a poco el papel de sobreviviente para ser yo mismo: un ser humano cambiante pleno de presente); 2. Poner en primer lugar mis necesidades (físicas, emocionales, espirituales, económicas, etc.) y esforzarme cada día por satisfacerlas en lo que me sea posible, sanando conscientemente las secuelas del abuso, con límites sanos, paciencia activa; 3. Conocerme interiormente, bajarle el gas al perfeccionismo y aceptar toda emoción o aspecto que descubra en mí, sin juzgarme, sin causarme dolor extra innecesario; 4. Comprometerme de manera radical con el desarrollo de todos mis talentos creativos; y 5. Ser cada vez más selectivo en los vínculos interpersonales, reconociendo que a veces es necesario separarnos y distanciarnos de personas que queremos, pero que no son nutricias.
Seguiré después, en otro artículo, con este tema.

El autor es abogado, artista multidisciplinario y activista de derechos humanos.

Opinión abuso sexual Nicaragua archivo

COMENTARIOS

  1. Brenda
    Hace 8 años

    Admiro tu valor, y te felicito por describir exactamente lo que sucede en la realidad con una persona cuando es abusada aun en su vida adulta. Me alegra que estés logrando superarlo y espero que muchas personas que han pasado por algo similar puedan leerte y así entender porque son como son o porque actúan de cierta manera hoy en día y que sepan que pueden buscar ayuda para superarlo.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí