Cuando la tolerancia y respeto por un determinado sector de la población, de cualquier denominación o etnia, se deterioran, se confunden, y se pierden en desasosiego. Arrastramos nuestras sociedades en una debacle, con carencia de afabilidad mutua y cordialidad.
No importa el credo, denominación política e intelectual. Si creamos antagonismo, prejuicios vanos y carentes de empatía, creyendo que tenemos la verdad absoluta. Nos convertimos en racistas. Racismo: “Separar y marginar a una persona o a un grupo de personas por motivos sociales, políticos o culturales”. Real Academia Española.
Cuando la supuesta supremacía racial se enciende con odios irracionales, la sociedad está en peligro de perecer por ella misma. Cuando los sentimientos se congelan aglomerados en el pánico indescriptible de lo soez nos convertimos en una sociedad sin juicio.
Remontándonos más de un siglo atrás (1865), cuando se enterró en la guerra civil (de los yanquis del norte y los del sur o sureños), estadounidense, tanta injusticia y discordia donde se incitó a tanta sangre y caos, pero finalmente se sepultó y libertó esclavos…
Luego la magna labor de un Martin Luther King, quien restituyó los derechos de los ciudadanos negros, seguido en 1965 cuando se abolió la atroz ley de Jim Crow. Parecía que se olvidaría lo cruel del racimo y así terminar de una buena vez con el Enigma de la Segregación.
Hoy por hoy la discriminación se ha extendido y se ha diversificado en su esencia. A pesar de los estatutos libertarios de una amplia constitución estadounidense, en algunas mentes humanas se esconden abismos de oscurantismo, intolerancias, y racismo hacia la diversidad de muchos grupos minoritarios.
Hoy más que nunca el voto latino es decisivo en no permitir un triunfo equívoco y fatal para la paz de esta gran nación estadounidense, y del mundo entero.
Desafortunadamente una sombra acecha su estabilidad y atenta en contra de los valores sobre los cuales se cimenta su historia y dignidad. Vemos con inquietud como grupos e individuos vandálicos resurgen e imponen terror en nuestra sociedad. La retórica ignorante, divisionista y excluyente, amenaza como plaga la estabilidad sociocultural, que por años ha prevalecido en la sociedad estadounidense.
Muchos sociólogos han concluido que estos grupos, quienes se proclaman en la supuesta preservación y supremacía blanca, poseen pensamientos peculiares, y maquiavélicos que solo estaban adormecidos. Esperando que sus ideas racistas fuesen detonadas por alguien. Estos sentimientos en el siglo XXI son inaceptables y desafortunadamente están floreciendo más y más en esta gran nación. Aún sin tener todavía un ganador presidencial.
¿Nos podemos imaginar qué sucedería si un supuesto nefasto candidato ganase?
Con desacuerdo y desacierto hemos notado que inclusive ciertos grupos de minoría se atacan unos a otros, entre ellos mismos. Algunos se vanaglorian y escudan detrás de este nuevo “líder” que promueve el desavenir e intolerancia multicultural. Entendamos todos somos lo mismos, un mexicano es un latino, y cada uno de nosotros centroamericanos o suramericanos también.
“En su discurso Trump también genera miedo a partir de la generalización y la simplificación, como hacía Hitler”, profesor Pedro Ángel Palou, Tufts University.
Todo esto es muy peligroso, hoy más que nunca se debe reeducar a los niños en sus hogares, y escuelas con nuevos métodos pedagógicos, y didácticos en pro del respeto multicultural de la diversidad, y la etnicidad. Baluartes que con orgullo han sido tan propios de los Estados Unidos de América.
Es imperativo que los medios de comunicación asuman una responsabilidad ética no solo en presentar una determinada noticia, más en cómo se transmite. Recordemos que toda noticia debe generar un bien común a sus comunidades, y sociedades de otra manera pudiesen conducir a la incertidumbre y la corrupción mediática. “El mal lenguaje engendra ideas falsas y las ideas falsas conducen a malas acciones”, Peterking.
Estemos atentos hoy más que nunca a los adversos y recientes acontecimientos en Estados Unidos. Los cuales nos muestran un cuadro deplorable de falta de condescendencia, donde se promueve, exclusión y extremismo. Ejercer el sufragio es la única arma contundente para hacer prevalecer la fraternidad y sosiego inalienables que nos han caracterizado a los estadounidenses.
El conocimiento y un corazón apaciguado enaltecen la gloria triunfal.
La autora es escritora/ consultora.