Hace años vi en una película de horror que le preguntaban a un zombi capturado por qué comía cerebros. Su respuesta fue: “Para evitar el dolor…”. Cuando le preguntaron ¿el dolor de qué? respondió: “¡El dolor de estar muerto!”
Al igual que el zombi de la película, muchos seres humanos no soportan la idea de estar solos y presentes en sus vidas. Los medios de comunicación y el sistema educativo han contribuido a crear una sociedad que se encuentra más solitaria que nunca.
El proceso de recuperación de esa soledad existencial, requiere de una buena dosis de amor, que haga sentir a la persona que no está sola, que sus seres queridos la aman y están con ella.
Pese a las dificultades que puedan haber, la vida es demasiado fugaz como para darnos el lujo de no aprender a disfrutarla.
Puede iniciar aplicando la enseñanza que nos dejó Jesús “ama tu prójimo como a ti mismo”; para lo cual el primer paso es aprender a amarse uno mismo. Cuidar el balance de: cuerpo (comida sana, ejercicio), mente (actitud positiva, automotivación) y espíritu (paz interior y felicidad plena en el corazón).
La vida se construye cada día, y puede enriquecer sus relaciones personales brindándole a las otras personas:
a. Pensamiento positivo y abierto al entendimiento.
b. Palabras amables
y oído atento.
c. Corazón comprensivo, compasivo y en paz.
El principio básico es evitar hacer daño (a uno mismo y a los demás), para lo cual le podría ser útil seguir los siguientes consejos:
1. Agradezca lo bueno de la vida, trátese con amor y bondad y comprenda que la energía universal que nos relaciona a todos está constituida de amor.
2. Desconfíe de los mensajes internos que te inciten a hacer daño. Reconozca a las personas que le aman, y compruebe permanentemente su lectura de la realidad (la verdad es personal, y las otras personas no tienen por qué ver las cosas como usted las ve).
3. Decida disfrutar de su vida encontrando su propósito. Algo que ame/en lo que sea bueno (a), que el mundo necesite y por lo cual esté dispuesto a pagar.
No son las enfermedades las que matan, son las toxinas generadas por el estrés, la mala alimentación y vida sedentaria, las que nos hacen sentir “el dolor de estar vivos”.
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