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Fragor de la quema,pintura de Berta Marenco. LA PRENSA/CORTESÍA

Fragor de la quema,pintura de Berta Marenco. LA PRENSA/CORTESÍA

“Ecos de mi memoria”

Imagino los recodos de su memoria explorando curiosa por túneles que aún no transitó, donde moran miles de pájaros multicolores, cuyas alas mágicas convierten lo que tocan en abstractos jardines, plácidas aguas, espléndidos atardeceres o encendidos volcanes.

De la casa colonial de Granada donde nacimos y crecimos guardo mil  recuerdos que cual pañuelos de un mágico sombrero, brotan multiplicados y coloridos. Habían cuatro patios, siete cuartos, un zaguán y un amplio corredor, recinto mayor de nuestros juegos inocentes. Un árbol  de mango generoso colmando antojos y  hogar de miles de ruidosos zanates y tijeretas en rosados atardeceres.

Mi abuela materna, de mente brillante, era poeta de nacimiento.  Convocaba a los nietos como una artista engalanada  y nos silbaba extensas canciones combinadas con sonidos de animales, imitaba emocionadas carcajadas  o nos declamaba largos poemas de Juan de Dios Peza, Rubén Darío o Campoamor.

Mis padres nos educaron con amor y con rigor. Ella era especialista en lo primero y él, en lo segundo. Venidos de orígenes muy diversos y de suertes muy parecidas juntaron sus vidas bajo preceptos cristianos y valores simples y  claros, donde ser alguien honrado y tener un lugar de dignidad, era sagrado.

Siendo Berta Marenco la tercera de siete hermanos,  y crecidos todos en una familia austera y tradicional, le tocó abrirse paso en los lugares intermedios, donde un talento poco común y un temple de acero nunca pasan sin notarse.

Desde muy niña mostró inquietudes artísticas haciendo veladas domésticas donde los amigos de mis hermanos desfilaron disfrazados de ángeles o diablos, novias, doctores o personajes ilegibles salidos de su poderosa imaginación. Para aquellos años tempranos mostraba su creatividad  decidiendo el toque de color o la magia de  convertir mosquiteros en velos de novia, hojas en cachos de diablo o pinturas de labio, en llamaradas.

Quizá le venga de mi abuela el genio creador y de mis padres el rigor y amor con que se dedica  a lo que hace hasta conseguir la perfección. Talentosa y apasionada en la adolescencia, era hábil dibujante y retratista, transitó  por las letras góticas de diplomas o por cartas de amor escritas por encargo de sus compañeras de clase para terminar ganando en dibujo, un primer lugar regional  intercolegial;  y muy joven ya estaba trabajando en  publicidad como dibujante. Cuando se graduó de diseñadora de interiores ya había incursionado en la decoración y su atrevido espíritu siempre apuntaba a cambiar lo apagado por lo novedoso,  o un viejo concepto por algo que presentado de otra manera,  parecía sensacional.

En la sala de espera de mi primer consultorio se exhibió por años, uno de sus originales tapices, refinado trabajo en colorida lana,  nacido como tantos otros, de su inagotable imaginación artística.

Becada por la OEA y auspiciada por el Ministerio de Cultura nicaragüense, viajó a España para estudiar arte popular. Empaparse con  interés distinto al del turista común  y envuelta en la magia que proporciona la riqueza cultural de museos, teatros conciertos, talleres de cerámica, marquetería y escuelas de artesanos de otras geografías, expandió su conciencia artística y profundizó su capacidad creadora.

Visión azul, pintura de Berta Marenco. LA PRENSA/CORTESÍA
Visión azul, pintura de Berta Marenco. LA PRENSA/CORTESÍA

Asesorada por maestros ceramistas españoles se inició en este trabajo diseñando profusión de bellas y originales piezas decorativas y utilitarias. Por mudarse de país tuvo que vender su horno de cerámica y deshacerse de cuadros valiosos que a estas alturas ya habían salido de sus inquietos pinceles.

Para aquella ocasión, el llamado de la Revolución la envolvió en el cumplimento de tareas delicadas y complejas con multitud de responsabilidades priorizadas y prioritarias. Su arte personal se convirtió en destreza para montar e improvisar con exiguos recursos la Embajada de Nicaragua en Uruguay. Su hábil  manejo del discurso político la acercó a dirigentes de la talla de Raúl Sendic, el  expresidente Pepe Mujica o el actual gobernante Tabaré Vásquez. Y también con los presidentes José María Sanguinetti y De la Calle. Facilitó y estrechó lazos solidarios de artistas y  escritores  como Eduardo Galeano, Benedetti y Daniel Viglietti. De ella, el doctor Enrique Iglesias, canciller de aquella época, afirmó que Nicaragua tenía un lujo en su servicio exterior.

Perdidas las elecciones en 1990 y buscando un nuevo rumbo a su vida fue sorprendida por un nuevo y más difícil reto: su esposo Juan y padre de sus dos hijos enferma gravemente. La muerte es hermana gemela de la vida, pero pasa a nuestro lado y la miramos con indiferencia hasta que nos toca lidiar con ella. El dolor y el horror de la enfermedad se convirtieron en reto y  guerra de la que ellos dos, salieron vencedores.

Se dice que ante el dolor o el amor te haces más grande y sensible; vivida la experiencia, tengo de Berta, diversos poemas de estremecida belleza y profundidad, describiendo nostalgias o soledades, sentires o  decires que, desde lo íntimo, al igual que las canciones, se hacen inmortales pues trascienden tiempos y distancia, quedándose para siempre. “El nuevo Amanecer Cultural” ya publicó algunos de sus poemas.

Arrecife, pintura de Berta Marenco. LA PRENSA/CORTESÍA
Arrecife, pintura de Berta Marenco. LA PRENSA/CORTESÍA

Si la pienso, la concibo como una fuente inagotable que incursiona golosa en la belleza, en las formas, palabras, imágenes, colores y  diseños.  Imagino los recodos de su memoria explorando curiosa por  túneles que aún no transitó, donde moran miles de pájaros multicolores, cuyas alas mágicas convierten lo que tocan en abstractos jardines, plácidas aguas, espléndidos atardeceres o encendidos volcanes.

Esto y mucho más, que no es posible plasmar en este escrito, es mi hermana Berta María Marenco a quien en esta ocasión conoceremos como pintora. Pero además es poeta, ceramista, dibujante, diplomática, y demás bellas artes… Ella es caleidoscopio de profundos matices,  ecos de nuestra memoria, de la que soy testigo y apenas alcanzo a mencionar con mis limitadas descripciones.

Eso apenas es un rayito de sol que se asoma a la ventana de su alma grande.

Agosto, 2016

Cultura arte Berta Marenco Ecos de mi memoria archivo

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