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cuarteto, música, alemanes,

Cuarteto clásico

Debe estar formado por dos violines, una viola y un violoncelo. Esta vez se reunieron, en el Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra, cuatro virtuosos en la tipología señalada.

El cuarteto clásico de cuerdas es valorado como la estructura más compacta y fraternal.

Debe estar formado por dos violines, una viola y un violoncelo. Esta vez se reunieron, en el Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra, cuatro virtuosos en la tipología señalada.

El cuarteto fue extraído de la Filarmónica de Jena de Alemania en una visita a Nicaragua que lució las prendas de los inolvidables autores.

Los integrantes hicieron honor a la esencia de cámara. Idealizar lo más puro en cuerdas en la sección pertinente de la filarmónica, dejando como ejemplo lo mucho que pueden hacer cuatro ejecutantes de la música escrita para una sinfonía.

Manifestaron la sensación de ponerse en el balcón para complacer los compases festivos de Mozart a través de la Pequeña Serenata Nocturna, con un acierto que invitó a la placidez de los pasos románticos del Strauss del Danubio Azul.

Pero lo más difícil de representar fue la cuarta Sinfonía de Mahler, reducido su esplendor orquestal a la brevedad numérica pero espesa en calidad del cuarteto que hizo tanto para hacer un reflejo de sus blasones. Al verlos y escucharlos sentí que había un vacío en mis manos: la copa ausente, la neblina en los ojos. Sentí que cada uno de los ejecutantes era un concertino principalmente en la primera parte de la cuarta Sinfonía de Mahler.

Había un dominio individual no solo en el primer violín sino en los restantes tres instrumentos. La adaptación estaba representada dentro de los límites previstos de la obra sinfónica, pero era mejor cerrar los ojos para imaginar que estábamos ante una gran orquesta.

La motivación melódica fue incomparable con el recitado del primer violín una feliz introducción.

La presentación efectivamente tendió puentes musicales a pesar de la lejanía, sumisa ante la velocidad milagrosa de la música.

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