En todas partes del mundo hay corrupción, hasta en los países más democráticos. Sin embargo, donde imperan regímenes autoritarios, como Nicaragua, la corrupción es peor.
Esto lo ha recordado el jurista peruano José Ugaz, presidente de Transparencia Internacional (TI), en una entrevista exclusiva para LA PRENSA publicada ayer. El experto internacional en problemas de corrupción gubernamental dijo al periodista de LA PRENSA, Octavio Enríquez, que “si la situación de América Latina en general es mala (en materia de corrupción), en Nicaragua es bastante peor. Nicaragua solo está encima de Haití”.
La declaración del presidente de TI evidencia la relación de causa y efecto que hay entre dictadura y corrupción. El cierre de los espacios democráticos, el silencio informativo gubernamental, la turbia negociación del proyecto canalero, la falta de contrapesos en el Estado, la ausencia de control institucional y social sobre el Gobierno, el establecimiento de un anacrónico régimen familiar dinástico, entre otros casos, generan y permiten una gran corrupción.
“Hay un viejo aforismo en el mundo anticorrupción que dice que la concentración de poder genera corrupción y la concentración total de poder genera corrupción total”, recordó el presidente de TI.
En Nicaragua, a pesar del hermetismo oficial y del clima de temor que infunden las estructuras orteguistas dentro y fuera del Gobierno, algunas personas valerosas se atreven a denunciar actos de corrupción y los periodistas de investigación de medios como LA PRENSA y Confidencial, de vez en cuando logran sacar a luz algunos casos gruesos, representativos de la corruptela desmesurada del régimen orteguista.
De manera que si muchos nicaragüenses apoyan a la dictadura de Daniel Ortega y otros se asocian con ella, no es por desconocimiento de la corrupción sino porque se hacen de la vista gorda, debido a la falta de responsabilidad ciudadana, política y social. “Lo que explica de alguna manera los altos niveles de corrupción que vivimos es el hecho de una falta de internalización de la noción de bien común”, explica el presidente de TI.
Los estudios económicos demuestran que la corrupción no solo tiene el alto costo de los bienes y recursos públicos que los gobernantes corruptos y sus cómplices se apropian para su lucro personal y familiar. La corrupción también impide el desarrollo económico sostenido y equitativo, por la malversación, el tráfico de influencias y el oneroso impuesto que la corruptela significa de hecho para las inversiones y los negocios productivos.
Lamentablemente la mayoría de los nicaragüenses no entiende todavía su deber cívico y moral de movilizarse por un cambio de gobierno y de sistema, a fin de realizar la gran revolución de la honestidad que proponía el doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.
“La política no es lo mío”, “la política no me da de comer”, dicen muchas personas, mostrando una penosa irresponsabilidad cívica y sin darse cuenta que de esta se aprovechan los políticos corruptos, para practicar impunemente la política del Estado botín.