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El clamor del pueblo miskito

Los miskitos y otras comunidades indígenas de las Regiones Autónomas del Caribe de Nicaragua, siguen demandando protección del Estado ante las agresiones de los “colonos” que llegan de diferentes partes del país para apropiarse violentamente de sus tierras.

Esta semana, representantes de los pueblos indígenas del Caribe Norte han venido a Managua para denunciar públicamente la zozobra y el temor que sufren por el incremento de la violencia.

Aracely Thomas Tilleth, Laura Padilla y Susana Marley pidieron al Gobierno “que escuche el clamor de los pueblos indígenas miskitos” y responda de manera urgente a la demanda de sanear sus territorios tal como lo establece la ley. Según la señora Marley, la situación en aquellos territorios es tan grave que los miskitos no pueden trabajar la tierra para alimentar a sus familias, porque los colonos “los están cazando, secuestrando, torturando y asesinando”.

No es la primera vez que representantes naturales de los indígenas se desplazan hasta Managua para denunciar la violencia que sufren en sus territorios y hogares. En repetidas ocasiones se ha informado, también, que ante la indiferencia de las autoridades gubernamentales que no cumplen su deber de proteger a los indígenas, estos han organizado su propia defensa pero en condiciones sumamente precarias, porque solo cuentan con algunos rifles 22, escopetas de caza y machetes, mientras que los colonos invasores están armados con potentes fusiles de guerra rusos del tipo AK.

Lo cierto es que en rigor de justicia los indígenas del Caribe no deberían tener que armarse para defenderse de la agresión de los colonos. Le corresponde al Gobierno defenderlos. Inclusive este conflicto no debería estar ocurriendo, pues las tierras pertenecen a los indígenas por derecho ancestral y mandato de la Constitución y la ley, y el Estado de Nicaragua tiene la obligación de hacerlas respetar.

El año pasado, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ordenó al Gobierno de Nicaragua proteger al pueblo miskito, que sufre la agresión de “los colonos que tratan de apropiarse de las tierras ancestrales de la comunidad”. Pero la respuesta del régimen orteguista, por medio de su representante ante la misma CIDH, fue que los conflictos en las comunidades indígenas no se deben a disputas por la propiedad con colonos llegados de otras partes del país, sino que son pleitos personales, por herencias, por rencillas entre parientes y violencia intrafamiliar, por robos y otros delitos comunes cometidos bajo la influencia de drogas.

Aracely Thomas Tilleth, una de las representantes indígenas, dijo con amargura que aunque los miskitos son parte de una misma nación, se sienten “apartados de toda la sociedad en general”.

Ciertamente, los miskitos son tan nicaragüenses como los de cualquier otra parte del país, independientemente de su origen étnico y condición económica y social. Sin embargo, ellos son más oprimidos y discriminados por el régimen orteguista y por eso los organismos internacionales y locales de derechos humanos les brindan una atención especial.

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