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Karly Gaitán Morales

Centenario del Colegio Centro América

De conocimiento universal es la calidad, difusión y modernidad de la educación de los Hermanos Cristianos de la Compañía de Jesús en todo el mundo, tanto, que sus mayores obras son conocidas hoy a través de sus colegios y universidades —a la par de sus buenas obras sociales y valores morales que difunden— mucho más que por sus oraciones y misas. Y no es que no hayan estado enfocados en una educación religiosa (porque instituciones dirigidas por religiosos es lo que son lógicamente) sino que la religión, ellos más que nadie, la han sacado de los templos para llevarla a la práctica a las calles con humanismo del genuino y acción hasta los rincones que les ha sido posible llegar.

Estos centros de educación básica o universitaria han reforzado desde siglos su formación en el deporte, la ocupación de la mente en las letras, los números y los oficios, en aprender desde niños a tener una agenda para la vida y los estudios, planteando el buen ambiente como un ejercicio de concentración para la lectura y las ciencias, pero sobre todo, su fuerte ha sido el pensamiento y la filosofía. Y no es para más, todo lo que se puede decir de la educación de la Compañía de Jesús es lo que se ha visto con hechos, testimonio de ello pueden dar los millones de estudiantes que se han graduado de estos centros en el mundo, así como los miles que han egresado del Colegio Centro América, el Colegio Loyola o la Universidad Centroamericana en Nicaragua.

Entre los mayores logros de la actualidad para la Compañía de Jesús es que uno de los suyos, un sacerdote encargado de una provincia, que había sido muchos años visitador de enfermos, profesor de geografía, historia, ciencias sociales y filosofía; un insurreccionado e indignado cuando le tocó serlo en su juventud en Argentina, haya llegado a papa, acontecimiento considerado como una ironía o un desquite después de que en sus inicios, hace siglos, los miembros de la Compañía de Jesús hayan estado en calidad de fugitivos y perseguidos, y ahora han podido llegar al mero y máximo sillón esponjado de espaldar alto del Vaticano. Sin olvidar, ya que hemos hablado de perseguidos, que los fundadores del Colegio Centro América eran unos jesuitas que vinieron de México a Nicaragua huyendo de la Revolución Mexicana, que los había expulsado, amenazado de muerte y abierto una campaña en su contra.

No está de más decir que uno de los primeros discurso del papa Francisco estaba enfocado a la educación jesuita, describiéndola de esta forma: “La clave de la educación jesuita es la magnanimidad, ser magnánimos, con el corazón grande, sin miedo, apostar siempre a los grandes ideales, pero también magnanimidad con las cosas pequeñas, con las cosas cotidianas, tener el corazón grande”.

Por todo esto vale la pena recordar y resaltar la historia del Colegio Centro América que pese a su traslado a Managua en 1963 que causó gran impacto y dolor a la sociedad granadina; el terremoto de 1972, la guerrilla de los años setenta y la muerte o desaparición de muchos de sus alumnos, la guerra de los años ochenta y crisis económica, entre otras montañas difíciles que enfrentar, ha sobrevivido gracias a la tenacidad de quienes lo han dirigido.

Hace cien años, a mediados de agosto de 1916, corría por las calles y parques de Granada la noticia sobre la próxima apertura de un colegio jesuita en esa ciudad. Se fundó el 1 de septiembre a las 8:00 de la mañana cuando los 35 niños matriculados se presentaron a hacer un examen para ser ubicados en un grado según sus conocimientos. De sus inicios y las travesuras, aprendizajes y distinciones de estos primeros alumnos podremos leer en un próximo artículo de mi autoría.

La autora es periodista cultural y escritora.

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