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Poesia sin nombre, Douglas Blanco, poeta Nicaragua

Poesía sin nombre

Cruel destino: no dejar huellas llegar al final de la estancia, sin identidad.

Douglas Blanco
(IV)

Cruel destino: no dejar huellas
llegar al final de la estancia,
sin identidad.
Permanecer anónimo durante
la vida y después de la muerte:
¡Cruel destino!

Es como haber sido perrito
ardilla
cusuco…
Ni siquiera haber sido:
¡Pájaro!

Cruel destino: el hombre sin identidad:
Un hombre más. Un hombre menos.

04

(VI)

Si no hay vanidades,
¿para qué sembrar escalofríos?
Los trazos negligentes
no ayudan a fortalecer esporas.

Hay sedantes melifluos
y horizontes desdentados
por donde se fugan los rituales:
¿fueron locos ensueños apagados?

Luego la sintaxis hizo giros retroactivos
para caer aterida sobre sus vértigos.
Y tener que recostar su gastada furia
en las rendijas de filosos andamios.

Logotipos que sugerían inéditos misterios
parecían asentarse en raíces pluriformes,
rodeaban con fiereza la antigüedad de los peñascos:
y endulzaron la sabia de ombligos furibundos.

Nadie supo si la escuela de los filos
cortaban con dulzor la armonía de los frutos.
Todos los valores carecían de esplendor,
parecía que el oxígeno había dejado de existir.

Cada vez que el ingenio conduce hacia las musas,
se percibe la esperanza de hallar nuevos cantos.
Pero el cansado don de crear sublimidades,
se reduce cuando las bellas palabras se evaporan.

(XI)

Podrían existir sesgos vituperables
en un mundo de alfabetos soterrados.
¿De qué sirve alumbrarnos con estrellas apagadas
si esto no camina a la par de la fragancia?

Alquimias que niegan oriflamas alteradas:
sin esquemas, sin radiantes alboradas.
Solo el sediento placer de las raíces:
como una madreselva incrustada en el ombligo.

Sin diseños el mundo se congela.
Es la mentalidad reducida del antiorigen.
El engendro de lo fácil con silabarios apagados:
Retorcidos buriles sin “fuerza de pureza”.

Quedaron sedientos los vigores apagados.
No hubo reemplazo de sesgos lastimados,
ni acupunturas que recostaran su candor
al costado de la llaga, a los clavos de la Cruz.

Solo en los jardines se agrupaban los aromas,
porque había manos que moldeaban sus esencias.
Y en el aéreo mundo de las armonías
el silencio no salía de su asombro.

Estar despierto o soñando era lo mismo.
La belleza bella y la bella belleza: siempre bella:
siempre se percibe dormido o despierto.
Solo el dolor no admite metáforas.

(XV)

Andrajos y cuerpos esqueléticos
escurcando en los depósitos de basura.
La pobreza extrema errabunda de miseria
buscando el bocado que todavía sea digerible.

¡Ay, tanto dolor caminando por el mundo!
Tanto estigma degradante para el pobre.
Tanta espalda encorvada por el peso del tiempo,
y no poder enderezar el flagelo que los agobia.

Ay, si pudiera siquiera sostener su mano:
Ser el bastón donde descanse el resquemor de la miseria.
Ser el alero que acurruque sus temores y miedos.
Ser el pan y el vino que amortigüe su tragedia.

Siento miedo que mis hijos sean ellos.
Siento miedo de matar a los culpables.
¿Sueño si digo que los pobres son seres iluminados
y sin arpas serán parte de los coros celestiales?

(LXXVI)

Esta septembrina nostalgia que brama
por remotas regiones extraviadas de muslos
y pezones denodados entre suspiros de trigales.
Cazando mariposas con el párpado

endémico del relámpago. Y en ese lienzo
pletórico de luz, se enmohece la cabellera
diáfana del silencio. ¡Retumbo de amor!
¡Obcecado orgasmo sin luz en sus racimos!

Sepulto la diafanidad sinfónica para
que se aposente la humedad de los gemidos
en el onírico sedante de los fuegos.

Y si se pierde la hondura de los gritos, fue
porque faltaron las albricias de las mieles,
en el sagrado altar de los naufragios.

06

(LXXX)

No pudimos esconder más los desatinos.
Embriagamos de caricias todas las palabras.
Quisimos responder con dulces halagos,
a los crueles maltratos recibidos por otros.

Encauzamos con efluvios de ríos cantarines
sumamos armonías de todas las especies
y reunimos dulces palabras de todos los idiomas.

Llenamos canastas de flores y diademas
y las llevamos al altar de la sacra poesía:
un homenaje al perdón por haber ofendido,
un homenaje al Amor por haber aprendido.

Antes de irnos queda el Perdón en su pedestal clariforme.
“Solo sé que la muerte llega a nuestro umbral como una
mansa y ronroneante bestia y es imposible huir de su ternura…”

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