Son las más veteranas en el oficio de hornear rosquillas en Somoto. Cada una lleva más de 50 años haciéndolo. María Luisa Nolasco de Vílchez, de unos 95 años, Antonia Salgado Cruz, de 86, Aurora “Lola” Cañada, de 79, y doña Victoria Vásquez, quienes han recibido destacados reconocimientos por instituciones del Gobierno, relacionadas a la atención a esta industria gastronómica.
El taller de María Luisa Nolasco, conocido como “Rosquillas Vílchez”, es un referente y símbolo de las rosquillas somoteñas, donde otros 36 talleres más funcionan en esta ciudad.
“Yo me inicie a la edad de los 12 años como horneadora y después como vendedora de rosquillas de doña María Luisa (Vílchez) y de doña Antonia Salgado (rosquillas Sosa)”, señala doña Aurora, ahora propietaria del taller “Rosquillas de Lola Cañada”, negocio en el que emplea a unas ocho personas.
Gran parte de la producción de rosquillas sale muy de madrugada a bordo de las unidades de buses expresos a Managua, donde se comercializa en mercados. Mientras que otra parte viaja a Costa Rica, El Salvador, Los Estados Unidos y España.
En Somoto existen unos 50 talleres de rosquillas y otros 100 en el municipio de Yalagüina, juntos generan más de 3,680 empleos directos que trabajan en la elaboración de este producto y más de 6,000 indirectos en la comercialización en mercados, pulperías y unidades de buses.