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Empresarios y división de poderes

El presidente de la Unión de Productores Agropecuarios de Nicaragua (Upanic), Michael Healy, se pronunció el lunes de esta semana por una mayor independencia entre los poderes del Estado.

En una reunión de representantes de  la empresa privada con el Banco Central,  Healy argumentó que  “tenemos que tener   una  división de poderes para que (el país) se vuelva atractivo y el inversionista sienta que va a venir a invertir a un país donde los poderes verdaderamente son independientes”.

Sin duda que el dirigente de Upanic tiene razón. Se conoce muy bien      que, por lo general,  los  países donde no hay independencia de poderes —lo cual  es condición de la  gobernabilidad democrática— son  atrasados y pobres porque la falta de institucionalidad  frena el desarrollo económico y  causa estancamiento, fragmentación social, pobreza y exclusión humana. En cambio,    prácticamente todos  los países desarrollados  y  prósperos  tienen libertad económica y política, los poderes del Estado son independientes, existe seguridad jurídica, las instituciones democráticas funcionan satisfactoriamente  y los ciudadanos practican con libertad  el autogobierno,  mediante elecciones transparentes y competitivas.

Pero   la división de poderes no es necesaria solo para obtener más  inversión privada e impulsar un  crecimiento económico sostenido, lo cual es ya muy importante. La división de poderes  también es indispensable para la   gobernabilidad política democrática, para que funcione la democracia republicana que se basa en  la  alternabilidad en el poder, el  pluralismo político, la libertad de prensa irrestricta y demás bienes jurídicos y valores políticos que dignifican  la vida  individual y social.

Nicaragua es, en teoría,  una república   que se funda en la independencia de poderes. Los cuatro poderes del Estado (Legislativo, Judicial, Ejecutivo y Electoral) supuestamente tienen  el mismo nivel de autoridad y cada uno  tiene facultad  de vigilar que los otros poderes no cometan abusos contra las personas y el Estado.

En principio eso es correcto  y no significa que un poder estatal  obstruya  el funcionamiento de los demás, pues por mandato de la misma Constitución  los poderes del Estado se  coordinan  armónicamente en el cumplimiento de sus funciones,  cada uno haciendo contrapeso al otro   y actuando cuando sea necesario y  de acuerdo con la ley, para salvaguardar los derechos de los ciudadanos  y velar por el bien común.

Pero en Nicaragua  eso es solo  letra constitucional. En  los últimos 10 años se ha perdido en este país   la   independencia de poderes y no existe más el sistema de  controles y balances,  principio sagrado de la república democrática. A pesar de lo que dice la Constitución,  los poderes   legislativo, judicial y electoral   han sido subordinados al Ejecutivo, sometidos inclusive al control personal  de un  caudillo autocrático y su cónyuge, lo que ha socavado la institucionalidad democrática y amenaza  el futuro de la actividad económica y empresarial.

De allí que ha sido muy bueno y oportuno que el presidente de Upanic  aprovechara  la reunión de representantes empresariales  con autoridades del Banco Central,  para abogar justamente por “una mayor independencia entre los poderes del Estado”.

Editorial división de poderes Nicaragua archivo
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