Desde que fue inaugurado en 1953, el teatro González pasó a ser el mejor cine de Managua. Amplísimo, elegante, con un aire acondicionado espectacular; era una belleza. En los extremos de sus paredes habían sido construidas una alegorías artísticas, imágenes silenciosas desde las que se percibía la existencia del arte, en sus variadas manifestaciones. Habían otras en el frontis del Estadio Nacional, hoy Denis Martínez y otras en el frontis del Palacio de Comunicaciones.
El González tuvo dos épocas: una, el viejo edificio de madera y taquezal y el inaugurado en 1953, de cemento; no solamente fue la mejor sala de cine de Managua sino un polo de atracciones de parroquianos; en sus inmediaciones funcionó el Gambrinus, un elegante salón cervecero propiedad de los hermanos Delgado, de Matagalpa; ahí, en ese restaurante, según el veterano periodista Agustín Fuentes, en 1947 se reunían oficiales de la Guardia Nacional comprometidos en la defensa del gobierno constitucional del presidente Leonardo Argüello, quienes ya esperaban el golpe de Estado del general Somoza García. Los hermanos Delgado apoyaban al presidente Argüello.
En la acera este funcionaba el Club Internacional, un sobrio edificio que fue réplica, para reuniones y fiestas de liberales, del conservador Club Managua. Hacia el este, desde el edificio Páiz, sobre la acera sur —calle Momotombo—, funcionaban sucesivamente, la oficina de trámites navieros de mi amigo Albert Grifith; el restaurante Mandarín, de don Fernando Chang en donde se comía al estilo japonés, en el piso sobre almohadones; la tienda de relojes y de periódicos de Estados Unidos de don Armando Lanza. En la esquina construyeron el dorado edificio de seguros y bienes raíces La Inmobiliaria.
El Teatro Gonzales tenía un amplísimo palco abajo y solamente una platea, en un segundo piso. Cortinas de felpa y una pantalla para Cinemascope. Creo que después de 1979 crearon la Cinemateca, en la parte posterior del edificio; el edificio vecino del González era el Gran Hotel, propiedad de la señora Teodolinda González.
Toda la manzana era ocupada por el cine y por el hotel. En los extremos del hotel algunos espacios los alquilaban para oficinas. En la acera sur, don Alfredo Meza o don Jorge Monterojas eran el gerente de la delegación de la línea aérea LANICA; el doctor Fernando Medina tenía su oficina; y en la esquina este estaba la barbería de don “Mincho” González. En la acera norte funcionaba la agencia de viajes de don Claudio Fonseca. Pero todo convergía alrededor del cine, que ocupaba la mitad oeste de toda la manzana.
Posiblemente el incidente más conspicuo fue el encuentro casual en el lobby del cine, del doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal con el mayor Oscar Morales Sotomayor. Eran enemigos y se liaron a golpes. Un testigo me afirmaba, hace unas semanas, que el doctor Chamorro cuando vio a Morales exclamó: “…¡Vean a quien me vine a encontrar aquí…!”; de inmediato comenzó la lucha. Afortunadamente no se produjo ninguna desgracia, aún.
Una noche de 1962 crucé la esquina sur este del Club hacia el cine. En lo que me colocaba para comprar mi boleto se estacionó un vehículo negro; del asiento delantero bajó el mayor Arnoldo Lacayo y le abrió la puerta al presidente René Shick; después bajó su esposa, doña Carmen Reñazco. El presidente, a quien saludé como viejo amigo de mi padre y mío, compró su boleto como cualquier cristiano. Era querido, no se ocultaba, como otros. Aún recuerdo el aroma de su perfume. Roger Gallet 4711, de París. Cuando se entraba al palco del González, uno estaba en otro mundo.
El autor es abogado.
