Había mucha expectativa sobre la convención anual del sector privado, efectuada este recién pasado 8 de septiembre. El giro antidemocrático, protagonizado por Ortega en los últimos meses, había hecho que muchos se preguntaran si el sector privado adoptaría la política del acomodo complaciente, limitándose a críticas muy matizadas, o “gallo gallinas”, o si golpearía la mesa, hablando con claridad, como lo hizo en 1974 ante los abusos de A. Somoza D.
Algunos detalles iniciales del evento parecían en línea con la opción complaciente. Uno fue la ausencia de mención alguna a Jorge Salazar, cuyo onomástico, el 8 de septiembre, dio lugar a que Cosep eligiese dicha fecha como día del empresario. Otro fue el discurso del empresario del año, el guatemalteco y millonario Fernando Paiz, dueño de la cadena de hoteles Hyatt y socio del comandante Álvaro Baltodano en la empresa geotérmica del Momotombo. Con mucho candor alabó lo que suelen alabar los inversionistas grandes y bien conectados —pero no los medianos y pequeños—: su ausencia de problemas legales y su fácil acceso a las autoridades.
El discurso del presidente de Cosep, José Adán Aguirre, anunció un rumbo muy diferente, si bien con ciertas contorsiones iniciales; como manifestar enojo hacia el MRS —aunque sin mencionarlo por su nombre— y hacia los opositores que supuestamente buscan la confrontación. Aquí dio la impresión que, desde su óptica, la mayor amenaza a la prosperidad y la paz no eran tanto las políticas antidemocráticas de Ortega, como las protestas de la oposición. Afortunadamente, la segunda mitad de su discurso tuvo expresiones que, si acaso no llegaron a golpear la mesa, fueron una defensa clara y sin ambigüedades de la acorralada democracia representativa.
Aguirre reconoció lo dañino del nuevo giro autoritario al decir que “las recientes decisiones políticas están afectando la percepción y valoración de los empresarios para invertir y hacer negocios”.
Luego añadió: “Alzamos la voz para hacer un llamado a fortalecer la institucionalidad democrática y el diálogo político”. El momento culminante fue cuando proclamó el decálogo de principios que Cosep ha lanzado a la nación como guía para los próximos años. Allí enfatizó que la democracia es indispensable y que “no se puede involucionar en los procesos y cambios democráticos que se han desarrollado desde 1990”.
En realidad, el nuevo decálogo de principios de Cosep ha sido una repuesta valiente y clara del empresariado nicaragüense al desmontaje de la democracia que intenta Ortega. Una de sus partes más relevantes, y cuya proclamación arrancó aplausos del público, fue cuando Aguirre reclamó que se debe promover “el acceso al poder… basado en la alternancia política, la celebración de elecciones periódicas, libres, transparentes, imparciales y con observación independiente”. En vistas del abierto continuismo de Ortega, de su negativa a un Consejo Supremo Electoral balanceado e independiente, y de su rechazo grosero a los observadores internacionales, a quienes llamó “sinvergüenzas”, esta declaración de Cosep sitúa al sector privado en una acera completamente distinta a la del Gobierno; al menos en el plano político.
Cosep realizó también una implícita condena al afán de Ortega por establecer en Nicaragua un sistema de partido único y concentrar en sus manos todos los poderes del Estado, al expresar que debe promoverse un “régimen plural de partidos políticos y la separación, independencia y modernización de los poderes del Estado”.
Son mensajes muy alentadores, sobre todo proviniendo de uno de los sectores más importantes de la nación. Habrá que ver ahora cómo se monitorea y exige su cumplimiento. Para que la firmeza en el hablar y la firmeza en el actuar, marchen juntas.
El autor fue ministro de Educación en el gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro.