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Larraín, el director de la película sobre Pablo Neruda, reacciona sobre el cine chileno

Acaba de cumplir 40 años, pero Pablo Larraín ya es todo un referente del cine chileno; su película "Neruda", que estrena mañana en el Zinemaldia, representará a su país en los óscar, como antes lo hicieran "No" y "El club". Cine con personalidad y esfuerzo, afirma a Efe, que no le debe nada a nadie.

Acaba de cumplir 40 años, pero Pablo Larraín ya es todo un referente del cine chileno; su película “Neruda”, que estrena mañana en el Zinemaldia, representará a su país en los óscar, como antes lo hicieran “No” y “El club”. Cine con personalidad y esfuerzo, afirma a Efe, que no le debe nada a nadie.

“Nadie hace favores en esto, nadie impulsa el cine chileno porque somos simpáticos. Nos hemos ganado el hueco filmando, no pidiendo permiso ni perdón, ni ayuda, sino filmando, con películas que tienen potencia, interesantes, y con gente que trabaja calladita esperando que sean las películas las que hablen”.

El santiaguino visita San Sebastián por tercera vez aunque sus películas han estado en el festival cinco años consecutivos, no por venir a buscar “cariñitos en la espalda”, dice en una entrevista con Efe, sino porque aquí “uno siente que se detiene por el cine y siente que todo lo que pasa por aquí es buen cine”.

Larraín, que se dio a conocer como director con “Tony Manero” (2008), no ha parado de trabajar desde entonces y en los dos últimos años ha compaginado incluso el rodaje de tres películas: “El club”, “Neruda” y “Jackie”.

Esta última, por encargo, sobre un momento concreto de la vida de la que fuera primera dama de EE.UU., Jacqueline Kennedy, protagonizada por Natalie Portman, que fue muy aplaudida en el Festival de Venecia y que se llevó el premio al mejor guion.

“Hacer tantas películas a la vez es como estar en una estación de trenes: tomas un tren en una dirección y vas para allá; te cambias y te vas en otra. El peligro está en que se mezclen las cosas, pero las películas que he hecho son muy distintas entre sí, tengo un cierto pavor a repetirme”, confiesa.

Reconoce su fascinación por “someterse a procesos distintos”, según haga una película u otra.

“Existen puentes entre ellas, pero a mí me cuesta leer eso. Yo trato de que cada película tenga una identidad narrativa, estilística, pero siempre -apunta- trabajando desde una extraña mezcla de furia y amor por lo que se hace y lo que se dice”.

Con “Neruda”, Larraín ha hecho un “antibiopic” (anti película biográfica), dice, porque después de investigar “muchísimo” se dieron cuenta de que era “absolutamente imposible comprender a Neruda y meterlo en una película”, que interpreta el actor chileno Luis Gnecco.

Era “un experto en cocina, amante del buen vino y de las mujeres; un viajador incansable, un coleccionista como pocos -tenía tres casas y cada una de ellas es como un universo paralelo-, y por supuesto, era un gran lector, sobre todo de policiales de la editorial Séptimo Círculo, de Borges y Bioy, y también un activista”.

Senador comunista, pudo ser presidente de Chile, pero sobre todo, añade, “uno de los más grandes poetas de nuestra lengua. Comprender eso, que parece aterrador, es justo lo que te libera. Así que sólo hablamos de su cosmos”.

Sufre mucho Larraín, o al revés, disfruta en San Sebastián de poder dar las explicaciones de su película en español: “Es que explicar en inglés el nerudismo es un fastidio, decir qué es lo nerudiano”.

Y agrega: “Esto que hemos hecho es tomar a Neruda, digerirlo y, una vez que pasó por nosotros, botar y crear esta película que preferimos llamar antibiopic”.

“No soy fan de las biografías”, declara, o quizá sólo de las de Milos Forman, concede, porque son como “accidentes fabricados, una especie de accidente, un artefacto inasible. Entonces no lo intentamos, hicimos una película con respeto que nos hubiese gustado que Neruda viera”.

Se lamenta, incluso se enfada un poco, al comentar que “se ha dicho que queríamos desidealizar a Neruda. No es así. Lo veo absurdo, ni nos corresponde ni creo que una película, ni diez, ni veinte, lo podrían hacer”, zanja.

Toda una argumentación que el cineasta declara casi sin respirar, deteniéndose sólo para enfatizar sus palabras con silenciosas miradas a los ojos.

En cuanto a su nuevo asalto a Hollywood, el chileno dice que “a nadie le importan los premios hasta que se los dan, pero yo no hago una película para que me la premien. Solo pretendo que tengan fuerza; ni siquiera que le guste a todo el mundo”.

“El cine es así, tiene que ser así: un gesto disruptivo, una palabra disgregada, algo que cuesta definir. No sé -reflexiona-, para mí, lo bonito y liberador es poder tomar una cámara y hacer una película sobre alguien como Neruda”.

Cultura Pablo Larraín Pablo Neruda archivo

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