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¿Dónde está mi bebé?

Una mujer desconocida le robó el bebé a Abigail López, hace un año, en Chinandega. Ella no pierde las esperanzas de encontrar al niño, aunque la Policía calle.

Abigaíl López Mendoza tomó la decisión de tomarse todas las pastillas que le habían sobrado de cuando estaba embarazada. Una madrugada, después de que su marido Darwin González se fue a trabajar, tomó un vaso con agua y se bebió una cantidad grande de píldoras. Para fortuna de la muchacha, en ese entonces de 18 años de edad, momentos después estaba vomitando el medicamento.

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Abigaíl López conserva las fotos de su bebé Tony Josué González López, quien el próximo 10 de octubre cumplirá un año de haber sido arrebatado de las manos de su madre y raptado por una mujer desconocida. LA PRENSA/ ROBERTO FONSECA

La joven se quería matar. No soportaba el dolor de no tener a su bebé recién nacido. Era un dolor insoportable. Desesperante. Apenas pocos días antes una mujer desconocida se lo había arrebatado de los brazos y desapareció sin dejar rastros. Y la Policía de Chinandega la había interrogado sobre en qué monto de dinero había vendido a la criatura o si lo había matado. “¿Dónde lo enterraste?”, le preguntaban.

La otra decisión que tomó fue salir de la vivienda de su suegra, Carmen Morales. Era un martirio estar en aquella casa donde había vivido 37 días con su bebé, a quien todavía no había inscrito pero le había puesto por nombre Tony Josué. Recordaba cómo los familiares del padre se peleaban por bañar al niño. Las mujeres de la casa estaban palmeando tortillas y lo querían tener a la par de ellas.

La meta era ponerlo gordito. Había nacido sano y le daban comida a más no poder. El pequeñín respondía bien y a los 30 días de nacido hasta comía banano majado. La mamá le daba aunque le habían advertido que no era bueno.

Bañándolo le descubrieron un “lunarcito” en la parte superior derecha de la espalda. Era medio coqueto y sonreía moviendo la boca solo de un lado. A la mamá la tenía loca y cuando ya no lo tenía lloraba cada vez que lo recordaba, cada vez que miraba un rincón de aquella casa en donde estuvo el niño. “Me dolía recordarlo en el espacio donde lo acostaba”, rememora la joven.

LA SECRETARIA POLÍTICA

Verónica Patricia González Jirón, de 33 años de edad, era la secretaria política del Frente Sandinista (FSLN) en la calle donde vive Ana Julia Mendoza, la madre de Abigaíl López, en el barrio El Progreso, de la ciudad de Chinandega.

El Progreso solo tiene calles de tierras que comúnmente están surcadas por pequeñas corrientes de agua que salen de las casas. Y la cosa se pone peor cuando llueve. Las calles se vuelven ríos. La mayoría de las personas viven ahí en condiciones de pobreza y de hacinamiento.

En la casa de Ana Julia Mendoza viven, además de ella y su marido Ricardo López, otras dos hijas, hermanas de Abigaíl, con sus familias. Ahora también vive Abigaíl con su esposo Darwin.

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Verónica Patricia González Jirón, la secretaria política del FSLN que dio información sobre Abigail López y su hijo Tony Josué. LA PRENSA/ ROBERTO FONSECA

Así que Verónica González estaba acostumbrada, desde su cargo, a gestionar ayuda para las familias necesitadas de la zona. Y en los primeros días de octubre del 2015 la llegó a buscar una persona conocida: Vilma María Largaespada Obando, de 24 años de edad, la hija del pastor Mario Largaespada, el líder espiritual de la iglesia a la que asistían Verónica y su familia.

“¿Vos sabés dónde hay un niño tierno?, es que viene una ayuda para esos niños”, recuerda Verónica que le dijo Vilma. “Sí, en aquella casa”, respondió la entonces líder local sandinista señalando la vivienda de la madre de Abigaíl, ya que vive casi enfrente de la misma.

Verónica González explica que eso fue todo lo que ella hizo y después fue el alboroto cuando la Policía la llegó a buscar porque el niño de Abigaíl había desaparecido. Le tocó brindar declaración en la Policía de Chinandega. “Yo lo único que hice fue decir dónde había un niño porque le iban a dar una provisión (leche y pañales desechables). Lo que hablaron después (Abigaíl y la mujer que raptó al niño) yo no me di cuenta. Cuando supe fue que me llamó la Policía”, expresa la mujer.

Después de ese incidente, Verónica González tuvo que renunciar a su cargo político.

LA HIJA DEL PASTOR

Lo primero que hace el pastor Mario Antonio Largaespada, cuando se da cuenta que un equipo de LAPRENSA está afuera de su casa, es decir que el robo del bebé en Chinandega “es un caso cerrado”.

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El pastor Mario Antonio Largaespada, padre de Vilma María Largaespada Obando. LA PRENSA/ ROBERTO FONSECA

La hija del pastor, Vilma María Largaespada Obando, vivía en una casa forrada toda de láminas de zinc cerca del asentamiento La Bayer, en Chinandega. Allí conoció a una mujer que se identificó como una estudiante universitaria de Managua, de nombre Alejandra Amador.

La desconocida aseguraba que laboraba para un organismo internacional que iba a brindar ayuda a madres necesitadas con hijos recién nacidos, a las cuales, además de darles pañales y leche, les iban a proveer una casa en el reparto Divino Niño, del mismo Chinandega.

El pastor Largaespada dice que hubo muchas mujeres que fueron engañadas por la desconocida y no solamente su hija.

En una ocasión la mujer le dijo a Vilma que le había agarrado la noche y que le diera dónde dormir. En la casa de zinc de Vilma durmió la mujer que decía que iba a proveer de viviendas a otras mujeres necesitadas. Pero Vilma no sospechó nada. El pastor dice solo fue una noche. La familia de Abigaíl dice que fue por aproximadamente una semana.

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La casa de zinc donde vivía Vilma Largaespada, la cual dejó tras el secuestro del bebé, para trasladarse a Managua. Allí le dio alojamiento a la mujer desconocida que raptó a la criatura cuando tenía 37 días de nacido. LA PRENSA/ ROBERTO FONSECA

“Esa señora (desconocida) se fue con rumbo desconocido. La Policía está haciendo su trabajo”, dice el pastor sobre la desconocida, y sobre su hija explicó que “el marido es de Managua y le consiguieron un trabajo en un supermercado. Por eso mi hija se fue para Managua”.

EL ROBO

Cuando Vilma y la mujer desconocida llegaron a la casa de la madre de Abigaíl se dieron cuenta de que esta última estaba viviendo en la casa de su suegra, en el reparto La Resistencia. Y se fueron hasta allá a buscarla, de La Normal, dos y media cuadras hacia arriba.

La desconocida mandó a Abigaíl a que tramitara la cédula de identidad y luego, con el comprobante en mano, la citó para el sábado 10 de octubre, por la mañana, a las cercanías del Polideportivo “Manuel Alemán”, en las inmediaciones de la antigua Estación del Ferrocarril. Le dijo que llevara a sus hijos “porque si no el beneficio no me venía”. Abigaíl no desconfió porque la información la había dado Verónica González, la líder sandinista, pareja de un tío de ella. Sabía que iban a llegar otras personas, supuestas beneficiadas, pero cuando Abigaíl llegó con su hija mayor de tres años de edad y el tierno que había nacido el 4 de septiembre, no había nadie. Comenzó a llamar a la mujer, la cual llegó poco después.

La mujer abrió un bolso del cual sacó un perfume. Abigaíl comenzó a sentir mareo y desvanecimiento. Luego la niña comenzó a llorar. “Yo te tengo el niño mientras calmás la niña”, le dijo la mujer. Cuando Abigaíl volvió en sí, solo estaba su niña llorando. La mujer había desaparecido con el bebé.

Abigaíl se fue inmediatamente a las casas cercanas. Nadie había visto a la mujer. Unas misioneras vieron la desesperación de la muchacha y le aconsejaron que fuera a la Policía. En la delegación le dijeron que tenía que ir a otra oficina, de donde salió en una patrulla hacia el Polideportivo.

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Después buscaron a Verónica González. Luego fueron donde la mamá de Vilma. A Vilma y al esposo los encontraron recibiendo clases en el Inatec.

Esa noche Abigaíl no durmió. Solo pensaba en el niño. El esposo no le reclamó nada. La vio mal. Verónica explicó a la Policía que ella no tuvo nada que ver en el asunto y Vilma dijo que ella también había sido engañada junto a otras mujeres de la zona.

UNA ESPERANZA QUE NO MUERE

Ha pasado casi un año y el bebé de Abigaíl no aparece. En una ocasión apareció un niño en Jalapa y ella creía que era el suyo, pero no. También vio cómo la Policía encontró a un niño que fue robado en el Hospital Alemán Nicaragüense de Managua. Pero a su bebé no lo han hallado. “Espero que la familia adoptiva que tenga un día le diga que me lo arrebataron de las manos”, dice.

Abigaíl no ha perdido la esperanza de que su niño esté vivo. Siempre llega a la Policía de Chinandega a buscar al oficial que llevó el caso desde el principio, Teófilo Israel Sotelo Pacheco, pero nunca está. “De ese oficial no tengo buenas referencias”, expresa Abigaíl. Los policías no le han prestado mucha atención, se queja.

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En la delegación policial de Chinandega tuvieron a Abigaíl López y a otros familiares, en cuartos separados, interrogándolos sobre si habían vendido o matado al bebé. LA PRENSA/ ROBERTO FONSECA

Sotelo Pacheco no quiso atender a LA PRENSA cuando se le buscó en la delegación chinandegana. “Busquen a mi jefe, el subcomisionado Francisco Villarreal, él es mi jefe. Conmigo no tienen nada que hablar”, dijo Sotelo vía telefónica, con tono de prepotencia. El subcomisionado Villarreal tampoco quiso hablar con LA PRENSA.

A Abigaíl le han dicho que el caso lo están tratando en Managua pero ella siente que la Policía no ha hecho mucho por hallar a su hijo. “Si le hubieran dedicado más tiempo la Policía lo hubiera hallado”, dice.

OTRO VARONCITO

A los pocos meses del robo de su bebé, Abigaíl quedó embarazada de su cuarto hijo. Conoció a su esposo cuando ella apenas tenía 13 años de edad. Poco después perdió un bebé y luego tuvo a la niña, Jennifer María. El tercer hijo era el varoncito que le robaron. Siempre había querido tener un varón.

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Abigaíl López le brinda atención a su hija de tres años de edad, Jennifer María y al último de sus vástagos, el pequeño Darwin Emmanuel, quien nació el 2 de septiembre pasado, dos días antes de que su hermanito desaparecido, Tony Josué, cumpliera un año de edad. LA PRENSA/ ROBERTO FONSECA

Pero, en este cuarto embarazo, a sus 19 años de edad, deseaba que fuera niña. Pensaba: “Si sale varón es que mi niño (el robado) ya había muerto. Si nace niña es que todavía está vivo”.

A los cinco meses y medio de embarazo, cuando se fue a hacer un chequeo, lloró a cántaros. El doctor le dijo que estaba esperando un varoncito.

Y el niño, al que llamó Darwin Emmanuel, nació el 2 de septiembre pasado, apenas dos días antes de que su hermanito perdido estuviera cumpliendo un año de nacido. “Mire, le doy leche Nestógeno, para mí es cara, pero es la misma leche que le daba a mi niño (robado)”, dice Abigaíl, quien asegura que se ha contenido para no caer en otra depresión y no cometer otra locura, como cuando se tomó el cóctel de pastillas.

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