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Melvin Sotelo Avilés

Pensando estratégicamente

No se puede jugar a la democracia, cuando en Nicaragua se está implantando una dictadura dinástica. Daniel Ortega viene ejecutando una serie de medidas, orientadas a enterrar la democracia representativa para regresarnos a la década de los ochenta.

Sin observación nacional e internacional y con un Consejo Supremo Electoral (CSE) que no goza de la confianza del 85 por ciento de los nicaragüenses, que ha probado su capacidad para cometer irregularidades en los diferentes procesos electorales llevados a cabo a lo largo de diez años: el ratón loco, urnas preñadas, padrones electorales manipulados, datos oficiales contradictorios, juntas receptoras de votos no reportadas individualmente, a como lo demanda la Ley y coordinadores de juntas receptoras de votos impuestos, violentando la Ley, ¿qué sentido tienen estas elecciones?
¿Cómo creer en unas elecciones si no habrá el tendido electoral de la oposición, ni acceso a las juntas receptoras de votos para defenderlos, con opacidad y sin la corrección de las irregularidades indicadas por las instancias de observación electoral internacional: el Centro Carter, la Misión Europea y la OEA?

¿Cómo creer en elecciones donde se decapita a la segunda fuerza y de un tajo a un 25 por ciento de nicaragüenses se le priva del vehículo electoral para votar y ejercer su derecho, votar nulo o abstenerse da igual cuando se trata de una farsa. La discusión debe ser de orden estratégico. ¿Como votantes o candidatos, con condiciones que van de mal en peor, a qué nos prestamos en estas elecciones?

En estos diez años, aparte de un buen empleo, la figuración política y el berreo, ¿qué lograron los partidos políticos y los diputados para evitar el avance de la dictadura en Nicaragua? La clase política ha dado muestra de su incapacidad, sus métodos se agotaron y tendrán que reinventarse o dejar paso a otros liderazgos.

Quienes llaman a votar por cualquier opción o participan como candidatos “con la reiterada cantaleta de no dejar espacios vacíos”, parecieran ignorar que el Consejo Supremo Electoral ha hecho de todo para impedir que la voluntad popular se exprese en su totalidad y, si bien utiliza los mecanismos democráticos, estos han sido vaciados de contenido, esta vez, con el propósito de legitimar una dictadura dinástica.

Sin proponérselo, y aunque en las listas hayan algunas personas valiosas, se están volviendo cómplices de semejante monstruosidad, ya todo está decidido, lo único por definir es la cantidad de curules que les asignarán a los nuevos diputados, para hacer más de lo mismo, justificando un supuesto pluralismo político y recibiendo “por servicio a la Patria” un jugoso salario del erario.

En estas elecciones Ortega usa nuevamente las leyes, los poderes y los recursos del Estado a su antojo, y también a secuaces y cómplices para “fusilar” a un sector importante de la oposición para imponer la dictadura dinástica.

La estrategia debe trascender esta farsa electoral y situarse en encontrar las formas cívicas para detener a Ortega en la consolidación de su dictadura dinástica. Necesitamos aprender las lecciones de las luchas anteriores contra las dictaduras y de los logros y fracasos de quienes nos precedieron, para formar un liderazgo basado en principios con visión estratégica, determinación y cercanía con nuestro pueblo para impulsar los cambios que necesita este país.

Hagamos uso de los derechos constitucionales que nos quedan, para que haya democracia y elecciones justas y transparentes en Nicaragua. Y esa lucha hay que comenzarla desde ya, para que no se reviva en nuestros hijos y nietos la tragedia de ser sometidos a una dictadura dinástica.

El autor es sociólogo. Autor del libro: Ramiro Sacasa Guerrero. El Poder de Servir. “Ni reelección, ni herencia del poder”.

Opinión democracia estrategias Nicaragua archivo
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