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José Fernández tiene muchas energías y era uno de los preferidos de los fanáticos. LA PRENSA/AP

José Fernández vivió intensamente cada momento de su vida

Qué noticia más triste y deprimente con la que nos levantaron el domingo: José Fernández, muerto a los 24 años en un accidente en un bote.

Qué noticia más triste y deprimente con la que nos levantaron el domingo: José Fernández, muerto a los 24 años en un accidente en un bote.

Imaginen a Fernández, con 14 años, en un bote a 10 millas de la costa de Miami, con las luces brillantes asomándose en el horizonte. Imaginen el sentimiento —en su tercer intento de irse de Cuba— de estar tan cerca del sueño que tu familia desea.

Así que imaginen ver esas luces, pero sabiendo que todavía no pisas suelo estadounidense. Las leyes de Estados Unidos establecen que a los desertores que llegan a la costa, se les permite quedarse. Pero si la Guardia Costera de EE. UU. captura el bote en el agua, los pasajeros son enviados de vuelta a Cuba. Eso fue lo que le ocurrió a Fernández. De vuelta en Cuba pasó tiempo en prisión, encerrado junto a asesinos. En su temporada de novato en 2013, él le dijo a un reportero que no quería pensar sobre la comida en la cárcel o los presos con los que compartió la celda. “Para ellos, sus vidas ya habían acabado”, dijo. “¿Qué importaba si te mataban? Era solo una muerte más”.

La familia Fernández haría un cuarto intento. Se irían a México esta vez, un viaje más largo, pero con menos patrullaje de la Policía. Fernández se mareó y estuvo desmayado por 24 horas. En un punto, su madre se cayó del bote y Fernández saltó al agua para regresarla a la embarcación. Lo habían logrado. Terminaron llegando a Estados Unidos.

Así que imagínense eso.

Su historia es una que ejemplifica el sueño americano, con una familia dispuesta a arriesgar sus vidas para llegar aquí. En la secundaria en Tampa, Florida, asistió a clases adicionales de inglés para aprender la lengua. Su brazo derecho se desarrolló y se convirtió en algo especial. Los Marlins de Miami lo seleccionaron en la primera ronda del sorteo de 2011 y dominó tanto la Clase A que abrió la temporada 2013 con el equipo de Grandes Ligas.

Desde su primer lanzamiento en las Mayores hasta su último (el pasado martes) —un cambio de 91 mph a Daniel Murphy que resultó en un rodado— fue el lanzador más emocionante en el juego. La lista de los lanzadores que tienen repertorio que pueda igualarse al de Fernández es muy corta: la recta electrizante, ese slider que parece quebrarse hasta el infinito, un cambio que parece injusto. ¿A quién pondríamos en esa lista? Pedro Martínez, el joven Kerry Wood, Randy Johnson, quizás Dwight Gooden en esos primeros años, quizás Nolan Ryan. Y de hace muchas eras atrás, Sandy Koufax o Bob Feller.

Entre los grandes

Supongo que uno podría cocinar alguna fórmula de “medidor de emoción” para medir esto: la tasa de ponches y el promedio de bateo permitido y la probabilidad de no permitir hits y la velocidad de la recta y todo eso. Pero, ¿cómo mides el entusiasmo contagioso y la energía que Fernández traía al juego? Su repertorio recuerda a un Pedro en su mejor momento, pero además tiene elementos de Fernando Valenzuela y Mark Fidrych. No se le podían quitar los ojos de encima.

El domingo, todo el mundo hablaba de su sonrisa, cómo se mantuvo con el espíritu de un chico grande a pesar de que era uno de los mejores en el deporte. Él tenía ese raro carisma que se podía sentir incluso a través de una pantalla de TV, una personalidad en un deporte que intenta convertir a todo el mundo en un robot de profesionalismo aburrido. Esa alegría inicialmente cayó mal en algunos jugadores; él tuvo algunos roces con jugadores contrarios, quienes creían que el joven cubano era un poco arrogante. ¿Acaso ellos siquiera conocían su historia?

En mi trabajo, puedo sentarme en mi casa y observar muchos partidos de beisbol. Lo natural es enfocarse en los mejores equipos, los partidos más importantes de la noche. Pero yo siempre tenía que observar a Fernández, incluso aunque fuese solo por algunas entradas aquí y allá en un partido de poca relevancia.

En su primera temporada, quizás carecía del pulimento de una estrella como Clayton Kershaw o Madison Bumgarner, pero era sorprendente. Los contrarios le conectaron apenas para .182, mientras convertía a los mejores bateadores en meros aficionados. Solo cuatro lanzadores abridores han permitido un promedio menor: Pedro, Luis Tiant, Ryan y Koufax. Logró el premio de Novato del Año y terminó tercero en la votación del Cy Young y luego pasó la temporada baja corriendo casi 600 millas semanales en bicicleta para perder peso. Su abuela logró salir de Cuba y pudo verlo lanzar.

Superó una cirugía

Fue sometido a la cirugía Tommy John en su segunda temporada, y tristemente, sabemos ahora que el que te operen el codo no es una tragedia. Como se esperaba, trabajó duro y volvió a lanzar 14 meses después. Se convirtió en ciudadano estadounidense.

En esta temporada, había vuelto a ser uno de los lanzadores más dominantes en las Mayores, el alma y corazón de un equipo que se mantuvo en la contienda por el comodín a pesar de los problemas de lesiones de Giancarlo Stanton.

Sus números finales en el 2016 leerán 16-8, efectividad de 2.86, 253 ponches en apenas 182.1 entradas. En su antepenúltima salida, ponchó a 14 Dodgers en siete entradas en blanco. Luego venció a los Bravos. Y luego venció a los Nacionales 1-0, ponchando a 12 y permitiendo apenas tres hits en ocho brillantes entradas.

Fernández les dijo a sus compañeros que se había sido el mejor partido que había lanzado en su vida.

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