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Roberto Samcam

El general en su laberinto

Decía en mi  escrito del 27 de julio, titulado ¿Conspiración, Paranoia o Estrategia? que una de las teorías que se argumentaban ante tanto dislate cometido por el comandante era la denominada “Profecía autocumplida”, del sociólogo Robert K. Merton, según la cual todos los eventos creados por propia mano moldean el resultado final que se pretende obtener. Y finalmente se logró cumplir el resultado esperado: “La agresión imperialista norteamericana” bajo un proyecto de ley denominado Condicionalidad a las Inversiones Nicaragüenses, mejor identificada como Nica Act, misma que fue aprobada en el Congreso norteamericano en tiempo récord y todo presagia que en el Senado será asunto de trámite, para quedar en manos del presidente Obama su aprobación o no en el último tramo de la carrera electoral, por lo que los entendidos no dudan que este estampará su firma como un golpe de imagen en beneficio de la candidata Hillary Clinton.

A partir de su aprobación en el Congreso de los Estados Unidos, la Nica Act ha suscitado un verdadero revuelo por los argumentos que cada sector, desde su óptica de interés la analiza. Por un lado, una parte del empresariado está consciente de que la ley es consecuencia del actuar del gobierno de Daniel Ortega, quien no ha dejado títere con cabeza en la atropellada hoja de ruta trazada hasta la “victoria” el 6 de noviembre. Otro sector, el colaboracionista de siempre, culpa a un sector de la oposición nicaragüense como los verdaderos causantes de la Nica Act, por sus denuncias a nivel internacional de los atropellos en contra del proceso electoral. Estos son apoyados vehementemente por plumíferos y voceros oficiales y oficiosos del gobierno, quienes se disputan por quien limpia mejor las culpas de los verdaderos responsables de la iniciativa de ley norteamericana.

Y para rematar el asunto, aparece en escena el general, hermano del presidente, quien presa de una amnesia selectiva de corto plazo, olvida todos los atropellos cometidos por el comandante en contra del Estado de Derecho, de la Institucionalidad, de la Constitución misma, de la Ley Electoral, de la Ley Orgánica de la Asamblea Nacional (AN) y de cuanta ley y normativa se le pone enfrente y nos pide a los nicaragüenses que dejemos pasar el “triunfo” de su hermano el 6 de noviembre, reconozcamos como legítima su victoria —probablemente con más del 70 por ciento de abstención tal a como se ven las cosas— y a partir de enero del próximo año pasemos página de la farsa electoral, hagamos borrón y cuenta nueva como si nada hubiera pasado y nos enfrasquemos en un gran diálogo o concertación nacional con el gobierno “electo” para sacar adelante al país.

Desconoce o pretende desconocer el general que este proceso electoral está viciado de raíz, ya que de manera ilegal e inconstitucional prohibieron la posibilidad de que un sector mayoritario de la oposición se presente como una alternativa de cambio ante la ciudadanía, que de igual manera, ilegal e inconstitucional, el candidato —presidente— eliminó por sus pistolas la observación electoral nacional e internacional y para rematar, defenestró, contra toda lógica y legalidad a los diputados que en el 2011 obtuvieron cerca de 800 mil votos para ganarse el derecho a estar en sus curules, violentando de paso la voluntad popular que los llevó a la AN.

Lo que el general debería estar haciendo es aconsejar a su hermano para que restablezca el orden constitucional violentado por él mismo, proceda a suspender el circo electoral montado para el 6 de noviembre próximo y restablezca las condiciones y garantías para nuevas elecciones, libres, limpias, transparentes y competitivas.

El autor es mayor retirado del Ejército.

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