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Amenazados por contar la verdad

El presidente de la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH), Marcos Carmona, ha denunciado que él y otros activistas de la sociedad civil y  la oposición política democrática,   están siendo  intimidados y amenazados  por personas no identificadas, pero obviamente oficialistas, que los  culpan por la aprobación en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos (EE. UU.) del proyecto de ley Nica Act. Esta ley, como se sabe,  tiene el objetivo de sancionar al régimen de Daniel Ortega por sus violaciones   a la democracia y, en particular,  presionarlo para que haya  elecciones libres y limpias en Nicaragua.

La acusación y amenazas contra los activistas democráticos es  porque  ellos se reunieron  con congresistas y otros oficiales públicos estadounidenses, para contarles  sus experiencias como testigos  y al mismo tiempo  víctimas del socavamiento de la institucionalidad democrática en Nicaragua por parte del gobierno de  Ortega.

Pero en sus conversaciones con los funcionarios norteamericanos,   los activistas democráticos de Nicaragua solo han confirmado las informaciones que aquellos ya conocían, con amplitud de detalles, sobre hechos tan notorios como los fraudes electorales orteguistas, las restricciones de la libertad de información, las agresiones contra defensores de los derechos humanos y las libertades civiles, la eliminación de la personalidad jurídica de partidos políticos democráticos y, más recientemente,  el descabezamiento  de la principal fuerza de oposición y la destitución de los 28 diputados opositores de la Asamblea Nacional. A lo cual  hay que agregar los insultos  de Daniel Ortega a  los observadores electorales internacionales, así como la expulsión de los inspectores aduaneros de EE.UU. que venían al país para certificar exportaciones nicaragüenses a ese país.

Daniel Ortega, por su experiencia personal conoce muy bien cómo funciona  la política estadounidense. Por lo tanto sabía  a qué  se estaba exponiendo con sus  atropellos reiterados a la democracia, la  que está obligado a respetar por compromisos de  Estado  con la Carta Democrática Interamericana y los Acuerdos de Esquipulas.

Ha sido el mismo Ortega quien  ha  puesto   su régimen dictatorial o autoritario en la mira de la comunidad democrática exterior, puesto que la realización  de  elecciones libres es un  compromiso básico de derecho internacional,   de ineludible cumplimiento.

Ortega no puede esperar impunidad    para sus atropellos a la democracia porque invoque    la autodeterminación nacional y   la   no intromisión en los asuntos internos de los países. Tampoco puede acusar como “traidores a la patria” a quienes con todo derecho y deber cívico denuncian sus abusos ante la comunidad internacional,  lo mismo  que hizo su partido, el  FSLN, cuando luchaba para derrocar a la dictadura somocista y demandó  el apoyo internacional que  se lo dieron  muy generosamente.

El derecho de los pueblos  a  decidir   libremente su forma de gobierno —fundamento de la autodeterminación nacional—  presupone que  esa decisión se toma     en elecciones libres y justas. No es, de ninguna manera,  el  derecho de los gobernantes a hacer todo lo que quieran.

Editorial amenazas EEUU FSLN Nicaragua archivo

COMENTARIOS

  1. Ramon Salgado Valle
    Hace 8 años

    ¡Qué mala memoria tiene don Daniel Ortega Saavedra!

    ¿Tan pronto se le olvidó sus carreras, y las de sus “compañeros” a Cuba, cuando Somoza gobernaba, y no solo a Cuba, México, Venezuela, Costa Rica y países europeos?
    Tantas fueron sus denuncias y peticiones que se formaron grupos de “internacionalistas” que combatieron a Somoza.
    A eso, no le llamó atropello a la soberanía. Claro, a Somoza no le gustó, y es comprensible que a don Daniel, tampoco le guste. Pero cuando a un pueblo se le priva de sus derechos y libertades públicas, no tiene otra opción que mostrar su descontento y hacerlo público.
    ¿Qué pretende don Daniel, apretarnos la barriga, la garganta, taparnos la boca, tratar de lavarnos el cerebro, y que ni siquiera pujemos? ¡Qué equivocado está!

    ¿Y usted, qué opina?

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