Cuando Christiane Amanpour, corresponsal de la jefatura internacional de la cadena CNN, entrevista a Sir Christopher John Rome Meyer, un diplomático graduado de la Universidad de Cambrige, quien fungiera como embajador del Reino Unido ante la Casa Blanca desde 1997 hasta su retiro en 2003, y este, después de presenciar el debate del pasado lunes sale diciendo “que este hombre está temporalmente descalificado para ser presidente de los Estados Unidos y no hizo absolutamente nada para cambiar durante el debate tal afirmación”, yo creo que las cosas se ponen negativas para Trump.
Quedó claro que la señora Clinton sacó de sus casillas a Trump, lo puso nervioso obligándolo a tomar constantemente vasos de agua y por otro lado manteniendo ella una sonrisa y un manejo de la situación. Por lo que no fueron para nadie sorpresa los resultados de las encuestas inmediatas que le dieron a Clinton una enorme ventaja sobre su oponente.
Fue el triunfo de la preparación versus la improvisación. La frase de la noche es lapidaria para el candidato republicano, lo aplasta: “Donald me ha criticado por prepararme para este debate. Sí, lo hice. ¿Y sabes para qué otra cosa me preparé? Para ser presidenta. Y creo que eso es una buena cosa”.
Su trabajo dio los resultados esperados, cuando se tocó el punto más débil de la candidata, los famosos “correos electrónicos”. Estaba más preparada para responder a las preguntas sobre el uso de su email privado. A diferencia de otras ocasiones en las que reaccionó a la defensiva y dio muchos detalles, Clinton cortó el debate reconociendo que había sido “un error” utilizar su propio correo electrónico.
El reto de Trump era parecido al de Ronald Reagan en el debate de 1980: demostrar seriedad y tranquilidad, una apuesta no tan difícil para los votantes que quieren cambio. En el debate de Hofstra, Trump no dijo nada escandaloso y no profirió ni palabras malsonantes ni insultos contra Clinton más bien yo diría que actuó con cortesía. Pero pareció enfadado e inseguro, nervioso, molesto gran parte de la noche.
Por momentos Trump lució como el mismo candidato vociferante de los 11 debates republicanos de primarias. Poco pareció importarle proyectar una imagen elevada, que contribuyera a disipar las dudas de quienes no quieren a Clinton, pero creen que por su temperamento Trump no es apto para el rol presidencial, “botó la gorra”.
El debate solo viene a demostrar lo que desde hace mucho tiempo se ha sabido, la superioridad intelectual, política y humana de la candidata Clinton. Pero una cosa quedó clara, gane quien gane, las cosas van a ser diferente en la política de los Estados Unidos.
Hoy por hoy Obama como decimos ya empezó un proceso de “cuesta abajo y de rodada”. A partir de este momento su influencia tiende a desaparecer. Lo ocurrido el pasado miércoles cuando el Congreso de EE. UU. votó a favor de invalidar el veto que emitió el presidente, la semana pasada, para frenar una ley que permitirá demandar a Arabia Saudí por su supuesto papel en el 11-S, supone un duro golpe para el mandatario, quien hizo un gran esfuerzo por impedir una ley que, dice, complicará las relaciones con un aliado clave.
Estoy seguro que tal acontecimiento fue tomado en cuenta por los asesores presidenciales. Hay “rebelión en la granja” norteamericana, un voto en el Senado a favor de la llamada “Nica Act” podría ser una nueva sorpresa. Eso nos indica que el tiempo se agota y que vale la pena presenciar estos debates para tener una clara idea de cómo andan las cosas en el país de Walt Whitman.
El autor es abogado.