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Luis Enrique Mejía Godoy, cantautor nicaragüense. LA PRENSA.

Luis Enrique Mejía Godoy, cantautor nicaragüense. LA PRENSA.

Secretos de la música nicaragüense

A Sandra la violaron cuando era niña y su historia está impregnada en una canción de Elsa Basil. ¿Qué otras historias encierran las canciones nicaragüenses? Revista Domingo se las cuenta.

Una canción nació del testimonio de una mujer que fue violada por su papá durante su infancia y otra narra las experiencias que vive un hombre producto de su adicción a las drogas. Revista Domingo le cuenta esas historias personales  que inspiraron las canciones Apuntes del Tío Sam, Somos hijos del Maíz, Crónicas, Mi luna, Walter Ego y el Fly.

“Todas mis canciones de alguna manera son parte de mi vida, son retazos de mi propia experiencia. Hay canciones que me pueden doler inclusive”, confiesa Luis Enrique Mejía Godoy, cantautor nicaragüense.

La canción que nació en un nightclub

Managau, Nicaragua. 27/09/2016.Elsa basil, Cantante y pintora nicaraguense. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

“Hay una niña siendo abusada, por el hombre que la engendró, la dulce madre que la ha parido, viene en la noche a darle la bendición”. Crónicas, Elsa Basil. / Foto: Óscar Navarrete / LA PRENSA.

En una noche cualquiera del año 2007, Elsa Basil llegó en compañía de unos amigos a un club nocturno de Managua, pudieron ir a cualquier otro lugar pero por coincidencias de la vida llegaron al sitio donde Sandra (nombre ficticio) baila todas las noches en un tubo.

La entrada de ese club nocturno era como la de un teatro y cuando se atravesaban las puertas parecía que estaban enfrente de un enorme escenario lleno de tubos y luces, que alumbraban solo donde los directores quieren que vean.

Esa noche Sandra bailó para ellos y al terminar su show la invitaron a sentarse en su mesa. Seguramente estaba acostumbrada a hacerlo, el itinerario era simple; primero bailar, luego sentarse con los clientes, pedirles que la invitaran a tragos y luego solo el destino lo sabría. Pero ese día la historia era diferente, ellos solo querían conversar y pasarla bien, era una reunión entre amigos y hoy estaban ahí a petición de un hermano de Elsa.

“Ella (Sandra) simpatizó mucho con nosotros al ver como la estábamos tratando, no la buscábamos para hacerle algo, sencillamente nos sentamos a ver los shows y después conversamos como dos amigas y ella fluyó”, cuenta Basil.

Al poco tiempo de estar con ellos, Sandra, entró en confianza y les contó que gran parte de su niñez fue violada, primero por su tío y luego por su papá. Les dijo que la situación se volvió cada vez más difícil y por eso cuando cumplió 13 años tuvo que huir de su casa. Para poder sobrevivir comenzó a prostituirse con ayuda de un proxeneta.

Tiempo después decidió irse de ese lugar y comenzó a prostituirse por su cuenta. Y ya de adulta consiguió trabajo en ese club nocturno. También les contó que estudiaba peluquería para salir de esa vida porque estaba casada y tenía hijos.

La historia de Sandra impactó tanto a Basil que cuando salió de ese lugar supo que debía escribir una canción para ella. “Fue algo como instantáneo, agarré la guitarra y pensando en ella nace la canción: Crónica”, cuenta Basil.

La última vez que Basil supo de Sandra fue cuando la invitó al lanzamiento de su disco Crónicas. Ella llegó en compañía de su esposo y al escuchar la canción se conmovió porque ahí se narraba su historia.

La vida en el comando

Managua 21 de Septiembre 2016 Francisco Cedeño, misico y compositor.Foto:Jader Flores/LA PRENSA

“Te voy contar algo que tal vez vos ni siquiera sabés, se trata de un personaje que es por todos conocido, donde quiera se ha metido a saquear lo que más pueda”. Apuntes del tío Sam, Pancasán. / Foto: Jader Flores / LA PRENSA.

Ya estaba todo planeado, a las cuatro de la tarde en punto, ni un minuto más ni un minuto menos, se detendría, por unos segundos, un carro blanco en la esquina sur de una calle del barrio 14 de Septiembre. Adentro vendría un hombre con una gorra azul y en cuestión de segundos debía montarse en la parte de atrás y hacerse el dormido. Era el año de 1978, a unos meses del triunfo de la revolución y cualquier paso en falso podría alertar a la Guardia Nacional que merodeaba la ciudad.

Ese carro blanco llevaría a Francisco Cedeño, conocido como Pancho, a uno de los comandos del Frente Sandinista. Él ahí daría una charla política sobre las intervenciones militares que han hecho los Estados Unidos a lo largo de la historia de Nicaragua. Pero las orientaciones eran claras, no podía llevar nada para no levantar sospechas. Entonces Pancho, que apenas tenía 19 años y pertenecía al grupo Pancasán, escribió sus apuntes en pequeños trozos de papel y los guardó dentro de una cajita de fósforos.

En el comando lo esperaban reunidos muchachos que rondaban los 18 y 20 años. Estaban en una casa de algún barrio de Managua, no se sabe el nombre del barrio pues en ese tiempo era mejor no saberlo, porque “si la guardia los capturaba a punta de tortura podría sacarles la dirección y era mejor no arriesgarse”, cuenta Cedeño 38 años después.

El jefe del comando era un muchacho de baja estatura, de origen campesino, tenía el seudónimo de Nelson y era un exmiembro de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería, las fuerzas más entrenadas de la Guardia Nacional, y según le contó más tarde, se había unido al Frente Sandinista luego que vio cómo funcionaba la Guardia.

Los nervios eran evidentes —cuenta Cedeño—, él sabía que en cualquier momento podía entrar por la puerta de la casa la Guardia Nacional y si eso pasaba, los iban a matar. Pero, para su suerte, en las dos horas que duró la charla no ocurrió nada de lo que pensaban y mientras él esperaba que otro carro fuera a recogerlo, escribió la canción Apuntes del Tío Sam con las anotaciones que había llevado.

“Resultó que en esa casa había una guitarra, entonces yo agarré esa guitarra y comencé a hilvanar las primeras estrofas de la canción (…) Ese momento de inspiración es como muy mágico porque en cosa de media hora yo ya tenía la canción hecha”, cuenta con una sonrisa.

La cantarapia de Danilo Norori

Managua 27 de Sept del 2016. Danilo Norori.cantautor Nicaraguense ,Posa en la UAM .Foto Uriel Molina,LA PRENSA

“El tipo está muy mal, ya comenzó a robar y no le queda de otra que ofrecerse para ser el fly”.
El Fly, Danilo Norori. / Foto: Uriel Molina / LA PRENSA.

A diferencia de otros cantautores, Danilo Norori utiliza las letras y las melodías de sus canciones como una terapia que llama cantarapia. Él durante muchos años fue adicto a las drogas, al punto de abandonar la vida que llevaba para irse a vivir al mercado Oriental, donde conseguía las sustancias que consumía. Años después que se rehabilitó y comenzó a componer canciones donde expresaba todo lo que sintió durante esos años de drogadicción. “Todas las canciones son vivenciales, son de cosas que vi, que viví”, enfatiza Norori.

Él fue adicto al crack casi por seis años, fueron tiempos donde vendió hasta las guitarras con las que componía y una de las cosas más difíciles que tuvo que hacer fue convertirse en un flayero, es decir, ir él mismo a comprar la droga. Por eso compuso la canción: El Fly.

“Cuando uno comienza y tenés dinero todavía, mandás a otros (a comprar la droga) pero en la medida en que se comienza a perder la capacidad adquisitiva, porque de repente ya no confías en nadie por (miedo a que ) te den vuelta, entonces comenzás a hacer tu propio fly”, confiesa 20 años después.

El momento exacto en que fue por primera vez a comprar su propia droga no lo recuerda. Las ganas de consumir eran más fuertes y no importaba que el lugar fuera hediondo y menos que estuviera lleno de adictos, pues él también lo era.

“Era todo un riesgo ir a meterse ahí (al expendio), era como una marea ahí entraba gente día y noche, a veces me agarraban las madrugadas y a mí me daba miedo salir de ahí caminando y me quedaba y así me agarraban los días y los días. Total que nunca me iba”, agrega.

De esa experiencia también compuso la canción Princesita que trata sobre una mujer que conoció en los expendios del mercado Oriental. Según cuenta era muy bonita y hay quien aseguró que en sus mejores años fue actriz.

Nos quieren dejar sin pan

Luis Enrique Mejia Godoy cantautor nicaraguense que fue uno de los artistas invitados al 3er Concierto Ecologico Nacional dedicado al Dr. Jaime Incer Barquero, celebrado en el Teatro Nacional Ruben Dario. LA PRENSA/Carlos Malespin.

“Si nos quitan el pan, nos veremos en la obligación de sobrevivir como lo hicieron nuestros abuelos con el maíz fermentado en la sangre de los héroes”. Somos hijos del maíz, Luis Enrique Mejía. / Foto: LA PRENSA / Archivo.

En 1981, el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, a pocos meses de haber asumido su mandato, decide imponer sanciones económicas contra Nicaragua, que involucraban la cancelación de un crédito por 15 millones de dólares que estaban pendientes y la suspensión de la exportación de 60 mil toneladas de trigo para presionar al gobierno sandinista de la época.

Esta suspensión llevó al Gobierno de Nicaragua a crear el Programa Alimentario Nicaragüense que promovía el consumo de productos tradicionales, principalmente el maíz como sustituto del trigo. La idea era compensar la falta de trigo con productos elaborados con maíz como la tortilla.

Por ello se lanza una campaña cuyo lema fue “El maíz, nuestra raíz” y como Luis Enrique Mejía Godoy trabajaba en el Ministerio de Cultura de Nicaragua para ese tiempo, se le pidió que compusiera una canción para acompañar esa campaña y de ahí nace Somos hijos del maíz.

“Estamos hablando de 1981, cuando Nicaragua es bloqueada comercialmente y se evita que venga el trigo a Nicaragua. Entonces el Ministerio de Cultura planea una jornada cultural donde hablamos del maíz como nuestra raíz y se me ocurrió escribir esta canción (Somos hijos del maíz) donde hago como un flashback, yéndome al momento que los españoles llegan a nuestra tierra y nos sitian y nos agreden, nos conquistan pero hay una resistencia”, cuenta vía telefónica.

En ese mismo año se realizaron varias ferias del maíz en todo el país, se publicó un libro de recetas de productos elaborados del maíz. Incluso, se realizó un concurso de platillos elaborados a base de maíz; pero la gente se resistía a cambiar el pan.

Según cuenta Christiane Berth, en el artículo Políticas de alimentación y de consumo en Nicaragua, 1965-1995, para el año de 1982 se consumía más pan que maíz, porque en el país aún se seguía importando trigo desde la Unión Soviética y República Democrática de Alemania. Y para 1987 el consumo de maíz fue disminuyendo.

“Como muchos nicaragüenses de mi generación, románticamente nos emborrachamos del triunfo de la revolución, estábamos dispuestos a darlo todo por el todo. Y así fue. No me arrepiento absolutamente de nada de lo que hice en ese momento porque lo hice por amor, por entrega. Por muy equivocado que hayamos estado en algunas cosas o en muchas cosas, depende del cristal con que se vea esto”, afirma orgulloso Luis Enrique.

Alejandro Mejía y su otro yo

Alejandro Mejia, cantante, compositor y músico nicaragüense / Foto: Óscar Navarrete / LA PRENSA.

Alejandro Mejia, cantante, compositor y músico nicaragüense. / Foto: Óscar Navarrete / LA PRENSA.

Cuando la hija de Alejandro Mejía cumplió tres años, él y su esposa estaban preocupados porque no sabían cómo explicarle el síndrome de Tourette que padece su papá. Por esto decidieron bautizar a su enfermedad con el nombre de Walter Ego.

“Nosotros personificamos la enfermedad para que ella entendiera y muchos años después decidí hacerle una canción a Walter, porque todo el mundo le llame Walter a su tic. Cuando a mí me da un tic nervioso me dicen ‘Walter dijo tal cosa o Walter hizo esto’”, cuenta.

Alejandro fue diagnosticado con este síndrome cuando tenía siete años. Los médicos le explicaron que se trataba de un trastorno neurológico que se caracteriza por la aparición de tics, movimientos o vocalizaciones involuntarias. Y desde entonces aprendió a vivir con su otro yo.

Según contó Alejandro en un reportaje de Domingo, cuando Walter aparece “es como si apagaran el interruptor y lo vuelven a encender después del tic, en ese lapso no siento nada, solo que sea muy fuerte siento el golpe”, aseguró.

De este síndrome ha escrito dos canciones, una se llama El Síndrome de Tourette, en donde explica qué es su enfermedad y a finales de este año incluirá en el nuevo disco de la banda Cargacerrada —en la cual canta—, otra canción que se llama justo como su tic, Walter Ego.

“La canción es como una cronología de Walter, desde que él nació hasta ahora y cuento todo lo que he pasado con él”, dice Alejandro.

Salvador, el ermitaño

Katia Cardenal y Salvador Cardenal en el concierto del Duo Guardabarranco. Teatro Nacional Ruben Dario. Managua 08 Febrero 2008. Foto LA PRENSA/JulioMolina.

“Cuando no hay amigos, pan ni dinero solo la poesía que flota en el aire sincero”. Mi luna, Salvador Cardenal.

Salvador Cardenal descubrió su amor hacia la música cuando viajó a Panamá para hacerse sacerdote. Ahí uno de los curas le regaló una guitarra y con ella comenzó a escribir canciones. Tiempo después abandonó su vocación al sacerdocio para dedicarse a la música. Cuando regresó a Nicaragua, formó el Dúo Guardabarranco junto con su hermana Katia. Él se encargaba de componer las canciones y ellas cantaba.

Durante cinco años, Salvador vivió como un náufrago en una isleta abandonada de Granada y ahí compuso muchas de sus canciones, entre ellas Mi Luna y Dale una luz.

“Él había visto que había una isleta que estaba deshabitada, comenzó a averiguar de quién y cuándo se enteró que era de una hermana de mi abuelo, pidió permiso para vivir ahí. Construyó una casa prefabricada que no tenía ni puertas ni ventanas y ahí compuso varias de las canciones del dúo”, cuenta su hermana.

La isleta parecía una selva privada, había un muellecito de madera desde donde se podía ver el resplandecer de la luna y fue justo ahí donde, Salvador, comenzó a escribir la canción Mi Luna.

“Él estaba en ese muelle cuando comenzó a componerla, creo que es una oración para una persona de cierta manera desesperada por la soledad, el desamor y creo que cuando uno compone no es solamente la historia personal sino que uno tiene una empatía hacia las historias de las otras personas”, cuenta Katia Cardenal.

Sin embargo, Mi Luna la compuso en dos momentos de su vida, el primero fue cuando estuvo como ermitaño en esa isleta y el segundo cuando viajó con Katia a Noruega para grabar la canción Dale una luz.

“Cuando volvimos de Noruega, él se la enseñó a mi mamá y le dice: ‘Hice esta canción pero la oigo muy charranga changa’, y mi mamá le dijo: ‘No, parece una de esas canciones clásicas como las rancheras mexicanas que se puede cantar con el alma’, y así la empezamos a cantar”, asegura.

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