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Max L. Lacayo

Una luz en el camino

La propuesta estadounidense de Ley de condicionalidad a las inversiones en Nicaragua, conocida como Nica Act, provee más respuestas que preguntas en cuanto a su letra y espíritu. Esta se opone a los préstamos de instituciones financieras internacionales al gobierno de Nicaragua a menos que, entre otras cosas, este tome medidas efectivas para celebrar elecciones libres, justas y transparentes, bajo supervisión doméstica e internacional.

Sin embargo, hay enemigos de los Estados Unidos (EE. UU.) que pretenden denunciarla como injerencia. Hay quienes pretenden rechazarla por conspirar contra nuestro “eficiente, efectivo y trascendente” proceso político. Hay quienes la desprecian por el mero hecho de proceder de EE. UU. y la califican de incierta y poco fiable.

Algunos aseguran que los nicaragüenses somos autosuficientes en la tarea de reestablecer plenamente los derechos políticos conculcados por el sandinismo a través de más de tres décadas. Otros se atreven a declarar públicamente que la oposición nicaragüense, por sí sola, ofrece una solución democrática integral y decisiva.

Hay, también, quienes se aventuran —quizás por oscuras razones— a proclamar la capacidad de la oposición al orteguismo para, mágicamente, acelerar un saludable desarrollo de las fuerzas productivas y con ello encender una brillante y espontánea luz que habría de resolver —para siempre— nuestras diferencias sociales. ¡Una visión utópica, insincera; al menos para el entendimiento de personas razonables!

Esas mismas comprometidas personas proponen revivir el anacrónico mal entendido nacionalismo que ahora se dan por llamar “nacionalismo progresivo”. Otro “ismo” estéril que ofrece poder político derivado de la nada y, para colmo, promoviendo la idea que los trabajadores —en un encubierto paralelo marxista— sean los protagonistas de la lucha contra la brutal dictadura Ortega-Murillo.

Esta gente, con tal de prorrumpir en contra de los EE. UU., se apegan a sentimientos anárquicos y se encierran dentro de su propio globito ideológico. Estos se aferran a la política de la piñata: Garrotear a los países como los EE. UU. hasta sacarles todo el tesoro posible. Estos tienden, convenientemente, a desconocer que los EE. UU. ha absorbido gran parte de los excedentes laborales de la empobrecida economía nicaragüense; que a la hora de los exilios políticos los EE. UU. ha extendido su mano humanitaria y generosa; que esa nación es cliente principal de nuestras exportaciones y es la base donde se generan miles de millones en remesas familiares destinadas a Nicaragua.

Por encima de todo eso, los EE. UU. nos favorece a través de las instituciones financieras internacionales con su voz, voto e influencia. Tales organismos incluyen el Fondo Monetario Internacional, Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, Asociación Internacional de Desarrollo, Corporación Financiera Internacional, Agencia de Garantía de Inversiones Multilaterales, Banco Interamericano de Desarrollo, Corporación Interamericana de Inversiones.

Como cada nación vive su propia realidad y se eleva a su propio nivel de dignidad, los EE. UU. siente que prestar asistencia continua a países con gobiernos como el de Nicaragua es un derroche de los recursos que generan los contribuyentes estadounidenses de todos los estratos económicos. De ahí la noción abrazada por muchos en EE. UU. de que “los pobres de los países ricos solo ayudan a los ricos de los países pobres”.

Así, la Nica Act, que ya fue aprobada unánimemente por la cámara baja del Congreso de EE. UU., independientemente de su promulgación, comienza a dar respuestas al proceso político nicaragüense. El pueblo de Nicaragua, al igual que la gente de tantos pueblos en la historia universal, no puede resolver sus problemas en total aislamiento, especialmente cuando Nicaragua depende excesivamente de la ayuda internacional para sostener su prosaica realidad.

La Nica Act es una luz en el camino que inevitablemente lleva al fin del poder dictatorial de un malhechor común que se ha apoderado de este país con la complicidad de empresarios políticos, dirigentes políticos corruptos y por la timidez de líderes religiosos que intermitentemente se aventuran en los asuntos políticos del país.
Uno a uno, mil factores irán convergiendo, como rayos de luz, en el centro de una gigantesca lupa que acabará por calcinar la opresión dictatorial. ¡Dios mediante, un Ejército oportunamente presto a relucir su honor contribuirá a un desenlace en paz!

El autor es economista y escritor.

Opinión EE.UU. Ley Nica Act archivo
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