El virtual monopolio que el cine norteamericano tiene sobre nuestra cartelera puede hacerle creer que las películas de otras culturas son especies exóticas y enrarecidas. Nada más lejos de la realidad. En cada país cada industria cinematográfica ofrece un amplio abanico de productos para satisfacer a diferentes públicos, desde los más casuales hasta los más demandantes. El es un oportuno correctivo. Incluye siete películas que cruzan las fronteras del estilo y el gusto.
Chocolat fue la película seleccionada para la apertura que será presentada al público en general los días viernes 21 y sábado 22 de octubre. Es el tipo de proyecto que cualquier estudio de Hollywood podría formular para apelar al Óscar.
Es un biofilme sobre un artista célebre, cuya vida está informada por profundos problemas sociales. Chocolat es el nombre artístico de Rafael Padilla (Omar Sy), un esclavo cubano fugitivo que llega a Francia como polizón. Eventualmente se une a un circo de provincias donde su sola apariencia exótica lo convierte en espectáculo. Es ahí donde lo vemos por primera vez, a través de los ojos de Pierre Footit (James Thiérrée), un payaso talentoso pero venido a menos. Footit no se deja engañar por el ridículo traje de salvaje que le han puesto y ve en el carismático hombre negro a una estrella incipiente. Pronto lo recluta para conformar un dúo cómico que hará historia en los grandes circos de París. Pero la presión social y las mismas debilidades de ambos, condicionan la posibilidad de un final feliz.
La película tiene todos los recursos de una producción de calidad: una historia fascinante con un arco narrativo dramático, lujosa ambientación de la Francia del siglo XIX y elementos históricos de consecuencia. Sin embargo, el director Roschdy Zem no puede ir más allá de la narrativa literal. El único requiebro estilístico notorio es una elipsis de belleza elemental, que traslada a los protagonistas del campo a la ciudad, a través de un mismo cielo azul. El guion de Cyril Gely tiene el problema de la gran mayoría de los filmes biográficos. En la prisa por condensar una vida entera en dos horas cubre demasiados episodios con mucha superficialidad. Por ejemplo, la antropología de la vida circense es fascinante, pero la película se queda corta a la hora de explorar la psicología de Petit. Es demasiado ligera para todos los problemas que carga.
A pesar de sus limitaciones, es indispensable que la vea por el notable trabajo de sus actores. Omar Sy saltó a la fama internacional gracias al éxito internacional de Intouchables (Nakache y Toledano, 2011), tan comercialmente segura que se estrenó en Nicaragua sin la protección de un festival. Es una estrella a la antigua.
Tiene una presencia magnética, que puede cambiar de registro emocional con pasmosa facilidad. Su carisma lo hace ideal para un filme que se debate entre la comedia y el drama. Thiérrée es su opuesto perfecto, una presencia recesiva que oculta mares de emoción. Un actor menos hábil habría caído en el estereotipo del payaso trágico, que ríe por fuera y por dentro llora. Sin embargo, el actor proyecta una vida de experiencia en su mirada. Domina las demandantes rutinas circenses con notable pericia. De hecho, su dominio de la comedia física me recordaba a los grandes cómicos de antaño. Una somera investigación en internet revela una razón de fondo: es nieto del gran Charles Chaplin. Ese enlace con el pasado ilustre termina prodigando la sustancia que elude a Chocolat.