De los tres debates ocurridos en la campaña presidencial de los Estados Unidos, el del pasado miércoles en la noche ha sido el mejor. El moderador Chris Wallace, de la cadena Fox, nunca perdió control ni dejó que se lo quitaran. Las preguntas a los candidatos fueron muy certeras, a Trump lo arrinconó con los temas de los inmigrantes y de las mujeres y a la señora Clinton con preguntas incisivas sobre la Fundación Clinton que ameritaban respuestas muy concretas, pudiéndose abordar temas (como la deuda externa) que en los anteriores debates, ni siquiera se mencionaron.
Indudablemente la gran ganadora fue la señora Clinton, demostró como siempre, control, superioridad en el manejo de los tópicos que abordaba, manteniendo su sonrisa, la imagen que dio fue la de la victoria. Tuvo momentos magistrales como cuando le tocó responder a Trump en su ataque hacia las mujeres, tomando párrafos del famoso discurso de Michelle Obama, logró humanizar el mensaje y llegarle al corazón de la gente.
La estrategia de Clinton con sus victorias en los dos debates anteriores era simplemente sobrevivir, pero la verdad es que sobrepasó los pronósticos. Hubo momentos tensos, salidos del comportamiento que uno espera de personas como los candidatos. Clinton llamó a Trump “títere” y Trump la llamó “malvada mujer”.
Donde a mi manera de ver Trump pierde el debate y posiblemente la campaña, es cuando se negó a reconocer por dos veces consecutivas los resultados de la elección. Si ha habido algo que enorgullece a los norteamericanos es la transferencia pacífica de poder y el respeto a la decisión del electorado. Eso indudablemente es uno de los principios fundamentales de ese país.
En lo personal a mí no me tomó de sorpresa y creo que tampoco a la actual administración norteamericana, ya que por primera vez en la historia moderna de ese país, el ejecutivo norteamericano ha tenido de que recurrir a una misión de observación de la OEA lo que sitúa a EE. UU. en el mismo rango de países como Haití, Guatemala, Colombia, Perú, en donde los gobiernos se han visto precisados a acudir al organismo regional para generar confianza y prevenir la violencia poselectoral. Por otro lado, le quita a algunos regímenes autoritarios latinoamericano, el dicho de: “Si Estados Unidos no permite observadores, ¿por qué los vamos a aceptar nosotros?”
Lo peligroso de las afirmaciones de Trump “de que hay una conspiración en su contra” y su anuncio de no aceptar el resultado de las elecciones y el descubrimiento de que dicha creencia tiene una amplia base en sus seguidores, (un 41% de los mismo) como lo señala en un reciente artículo Andrés Oppenheimer o que podrían ser “robadas”; en un país, en donde mucha gente está armada, y donde adquirir una arma (incluso que se pueda catalogar como de guerra) está totalmente permitido, crea un panorama espeluznante, por lo que pueda ocurrir.
La esencia de la democracia es el voto, y es a través de él la única manera de crear esa misma democracia. Las revoluciones lo que han creado siempre es dictaduras. La más clásica de ellas, la francesa, terminó con un engendro, Napoleón. Por eso y aterrizando en Nicaragua, el anunció tanto del Gobierno como de la OEA de instalar una “Mesa de conversación e intercambio constructivo” con el objetivo de analizar el proceso electoral nicaragüense, ha sido la mejor noticia recibida. Abre una ventana de esperanzas, es un gesto de buena voluntad, y aleja las intenciones de aquellos que quieren ver a Nicaragua en una nueva guerra fratricida.
El autor es abogado.