Cuando existe un adulto mayor o anciano en cualquier lugar siempre hay que estar alerta sobre la posibilidad de que sufra una caída, que son los síndromes geriátricos más frecuentes y peligrosos por ser primera causa de lesiones, diez por ciento de las atenciones de emergencias hospitalarias y hasta seis por ciento de hospitalizaciones.
Una caída es la consecuencia de cualquier acontecimiento que precipite al suelo a la persona contra su voluntad y se consideran factores de riesgo para estos serios incidentes: artritis, depresión, alteraciones del equilibrio y de la marcha, limitaciones visuales y el efecto de fármacos en especial los que producen sedación.
En personas mayores de 65 años se da un promedio de una caída por año y cuando se tienen 75 años o más este riesgo aumenta en un treinta por ciento, en especial en mujeres.
Las caídas constituyen la quinta causa de muerte y en ellas encontramos el 66 por ciento de las causas de muertes accidentales de los gerontes. Aquí destacan la fractura de la cadera, fémur, costillas, los hematomas o coágulos dentro del cráneo y otros tipos de lesiones.
Las personas más jóvenes debemos hacer inspecciones rutinarias en el entorno en que se desenvuelve la vida de nuestros adultos mayores:
a) Factores personales: detectar problemas de la marcha y la estabilidad, detectar desmayos y presión arterial baja, secuelas de enfermedades neurológicas como el mal de Parkinson y derrames cerebrales, artritis (rodillas y caderas), alteraciones en los pies como verrugas, callos y uñeros. Los medicamentos que toma, especialmente si producen sedación, son un factor decisivo.
b) Ambientales: zapatos y ropas inapropiados, pisos resbaladizos, falta de iluminación y escaleras, exceso de muebles, objetos regados en el piso o animales domésticos.
Las caídas disminuyen la movilidad y autoestima, aumentan las hospitalizaciones. Después de estos eventos es necesario el chequeo del médico internista.
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