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Joaquín Absalón Pastora

Acuerdo: puertas abiertas

El valor real no especulativo que tiene el anuncio de la apertura de “Un intercambio constructivo” entre el Gobierno de Nicaragua y la Organización de Estados Americanos (OEA), es tener las puertas abiertas que estaban obstruidas por el hermetismo del silencio, solo roto en una deplorable ocasión por el vocabulario irrespetuoso. Creo que ser puertas abiertas en ambas ventilaciones es el mayor valor que tiene en la actualidad el tierno acaecimiento en etapa de primicia preliminar. Queda pendiente, si la relación es sincera y prudente, mucho camino que recorrer en una pista socavada por esas “piedras que ya no sienten” pero que son estorbos vivos para no concretar la meta idealizada: encontrar el tesoro del bien común, de la luz estable y no en parpadeos con las sombras, corre a la par del humor óptimo, aprovechar el rato crucial. Una oportunidad envejecida durante tanto tiempo que tuvo los sabores añejos del otoño, y que ahora puede rejuvenecer. Sobre la oportunidad coincido con el editorial del Diario LA PRENSA sobre el hecho de que exista un informe y de que el Gobierno lo haya aceptado. Son indicadores favorables para que Nicaragua “tome la ruta hacia horizontes prometedores”.

No todas las organizaciones tienen la misma tipología emocional, algunos de los cuales Insulza ha sido muestrario de la inoperancia. En otros casos la institución ha sido tan leve e insustancial que el recordado periodista Leonardo Lacayo Ocampo supo dar a las siglas el verdadero significado: OEA quiere decir “olvidemos este asunto”. Por la verdad histórica tanto tiempo navegó en los tumbos de la inoperancia, hasta que por obra de una raya en el aire apareció contra la tiranía de Somoza.

Los tiempos actuales son otros. La OEA tiene a un secretario general que ha demostrado su beligerancia cuyo comienzo ha incitado epítetos suspicaces en torno a que el documento enviado a Daniel Ortega sobre las razones que justificaron su participación sufrió el cautiverio del secreto. Pero son asuntos de forma y no de fondo, huellas de la temperatura caliente, más en el clima de Nicaragua donde la mentira se pasea oronda en los corredores de la comunicación, un arte que por cierto es cultivado con serenidad principalmente por la clase política. Las mentiras parecen verdades. Son capaces de generar debates.

Los trozos de las fuentes pecaminosas alimentan a la información, han creado a un mundo donde el rumor tiene categoría de credibilidad. Es la tendencia que prolifera tanto en lo noticioso como en la opinión donde la extroversión libérrima se desplaza como si fueran fuentes respetables. Por ello la desconfianza es sentida y sufrida por sectores responsables que en sed y en carne propia han sentido la tragedia política de Nicaragua, muchos de los cuales y por  otras razonables circunstancias ven con ojos sinceros de alegría a esas dos puertas que se abren para raspar adentro y vivir los aires oxigenados no solo para el mentor de cuya voluntad política depende todo según el criterio de los analistas, sino para todos los sectores, de oposición, de sociedad civil, de las iglesias, de sindicalismo, en fin de todo lo que esté relacionado con el ausente y nunca fructificado bien común. Eso sumado a que las puertas sigan abiertas más del trecho escueto de un simple y protocolario intercambio, para que por ellas corran los aires de la integral, pura reivindicación.

El autor es periodista.

Opinión acuerdo Joaquín Absalón Pastora archivo
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