Los movimientos femeninos que luchan contra la violencia hacia la mujer volvieron a manifestarse públicamente este jueves, en particular para repudiar los femicidios.
Las cifras de la criminalidad machista son escalofriantes. Según reportes de organizaciones feministas, solo entre enero y septiembre de este año hubo 42 femicidios y 51 más en grado de frustración. La información incluye más datos igualmente impactantes sobre otras formas de violencia contra la mujer.
En la protesta femenina de ayer en Managua se denunció que la Policía oculta la magnitud del femicidio con lo cual se alienta la impunidad machista. El Gobierno inclusive ha ordenado cerrar las comisarías policiales de la mujer.
Sin embargo, así como es alarmante que las autoridades no tomen las medidas necesarias para castigar debidamente los crímenes contra las mujeres, también la sociedad debe preocuparse por el aumento de la violencia machista. Se trata de un problema de dimensión internacional, pero esto no significa que la ciudadanía debe resignarse a esta degradante situación y aceptarla como inevitable. Más bien hay que combatirla enérgicamente, implementando las medidas recomendadas por los organismos internacionales que estudian el problema global de la criminalidad contra la mujer en todo lo que sean apropiadas para el entorno social nicaragüense.
Las Naciones Unidas y otros organismos internacionales han aprobado numerosas resoluciones y recomendaciones para combatir y erradicar la violencia contra la mujer, no solo medidas de castigo a los criminales sino también educativas para erradicar la cultura machista. Una de tantas resoluciones de la ONU sobre este problema, es la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, del 20 de diciembre de 1993, que manda a “adoptar todas las medidas apropiadas, especialmente en el sector de la educación, para modificar las pautas sociales y culturales de comportamiento del hombre y de la mujer, y eliminar los prejuicios y las prácticas consuetudinarias, o de otra índole basadas en la idea de la inferioridad o la superioridad de uno de los sexos y en la atribución de papeles estereotipados al hombre y a la mujer”.
Pero en Nicaragua solo a medias y en apariencia se cumplen resoluciones como esa. Al respecto un reciente estudio conjunto del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (Ieepp), y el organismo no gubernamental Puntos de Encuentro, señala que hay un avance en el discurso político sobre el respeto de los derechos de las mujeres, pero en la realidad se percibe más crueldad en la violencia contra ellas.
Es la típica falacia populista. Un régimen como el orteguista tiene los mismos rasgos característicos del machismo —autoritarismo, arrogancia, intolerancia, agresividad, desprecio a los derechos de las minorías y las personas más débiles— y por tanto carece de voluntad y capacidad para aplicar políticas reales y efectivas para erradicar la violencia contra la mujer. Esto es algo que solo lo podría hacer un gobierno verdaderamente democrático, incluyente y moderno, que en algún momento y más temprano que tarde se tendrá que establecer en Nicaragua.