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Ley Electoral, Nicaragua, Daniel Ortega
Mauricio Mendieta Herdocia

Comentarios al libro La maldición del Güegüense

Me sentí honrado que Moisés, a quien considero un verdadero patriota, me haya invitado a comentar su libro La maldición del Güegüense  el pasado 11 de noviembre, en su segunda edición ampliada.

Tanto por su rol protagónico en la lucha armada, como por su participación dentro de un gobierno que se decía revolucionario, le permitieron a Moisés establecer en esta obra, con la objetividad de la vivencia de su acción política, juicios y análisis comparativos, entre los jerarcas de la revolución sandinista, y esa figura a veces inescrupulosa, a veces hipócrita y en otras, inescrupulosa e hipócrita, conocida por todos los nicaragüenses como el Güegüense.

El autor hace referencia a una publicación que en El Nuevo Diario del 29 de julio de 1999, Edén Pastora afirmó: “Excepto los cadáveres, nadie se descompone en 72 horas, y el Frente entró descompuesto el 19 de julio de 1979”.

“Temía, dice Moisés, que mezquinas ambiciones de poder, honores y riquezas; reprimidos rencores, escasos escrúpulos, pobre formación cultural y nula experiencia de trabajo, terminaran por hacer añicos las esplendorosas ilusiones, de aquellos heroicos combatientes que murieron creyendo en ellas”.

Continúa expresando el autor: “Como se fue ampliando el círculo de entusiasmados beneficiarios, de los bienes estatales que supuestamente custodiaría el prostituido Decreto No 59. La asquerosa piñata, concluye Moisés, comenzó el 20 de julio de 1979, no el 26 de febrero de 1990, como quisieron hacernos creer”.

“No existía espacio para aquellos que como él creían en la sagrada y libre facultad de pensar”. Sin embargo, “eran no solo aceptados, sino, acogidos y promovidos, los que faltos de dignidad y autoestima repetían, algunos en público y otros en privado, aquella oprobiosa consigna: Dirección Nacional ordene”.

El relato de los hechos y sus análisis, los presenta Moisés desde el conocimiento, la romántica acción, y la lógica deducción de un revolucionario auténtico, que se incorporó a la lucha armada con la convicción de ver una patria libre y democrática, “donde prevalecieran principios y valores éticos y morales que nuestra patria demandaba, y que aún exige con un auténtico sentido de urgencia, y que por un elemental sentido de justicia social, se privilegiara a la clase más empobrecida y necesitada de nuestro país”.

Al no encontrar esos principios y valores, sufrió Moisés al igual que la mayoría de los nicaragüenses, una gran frustración y desencanto, porque estábamos convencidos, que ese 19 de julio también representaba, la alborada de un nuevo orden político, económico y social, y la esperanza de un futuro mejor para todos los nicaragüenses.

Moisés se revela en esta obra como un escritor analítico, desnudando de sus atuendos y antifaces a los güegüenses; incluyendo como él llama, “a la mayoría corrupta y prebendaria de la clase política tradicional presente, en los diferentes gobiernos que hemos tenido a partir del 19 de julio de 1979, quienes han pretendido mantenernos aprisionados y encadenados, a los vicios y antivalores por ellos practicados”.

El autor sostiene “que como forma de escudarse en la impunidad que les dio el poder por los delitos cometidos, el matrimonio político por todos conocido como el pacto Alemán Ortega, que tuvo su origen en 1996, por su perversidad característica, le ocasionó un inmenso daño al país y a nuestra población”.

Esta obra de Moisés debe ser leída por todos, y ojalá su lectura permita despertar el patriotismo adormecido, en muchos y buenos conciudadanos que sí existen, para que se incorporen a la acción política por convicción no por necesidad, y crear esa imperativa e impostergable alternativa política distinta, para convertirnos en factores de ayuda, de cambio y esperanza para nuestro país y nuestro pueblo, con la clara visión de convertir a Nicaragua en la verdadera república democrática, que la mayoría de los nicaragüenses hemos anhelado.

Pero que para lograrlo es necesario que comencemos a pensar políticamente como nación, no como partido político;   y que no volvamos a cometer el error, de permitir que los estandartes de la libertad y la democracia, sean enarbolados y defendidos por corruptos, vacilantes, timoratos y pusilánimes.

El autor es médico.

Opinión La Maldición del Güegüense Opinion archivo
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