La celebración, hoy 8 de diciembre, de la fiesta nacional de la Virgen María, es propicia para recordar que en los años ochenta, cuando Nicaragua estaba dominada por la dictadura revolucionaria sandinista y el pueblo se desangraba en la guerra civil, los nicaragüenses católicos repetían una frase emblemática de esperanza: “Por María vendrá la paz”.
Esa frase se imprimía todos los días en las páginas de LA PRENSA —cuando no estaba fuera de circulación por la implacable censura sandinista—, en un recuadro que la gente recortaba cuidadosamente y musitaba con fervor en sus hogares y parroquias, con la fe de que, gracias a la intercesión de María, en Nicaragua volvería a resplandecer la paz; con el anhelo de que llegara acompañada por la libertad y la justicia, porque sin ellas la paz que impera es la del sometimiento y el miedo.
En ese tiempo, el gran poeta nicaragüense Pablo Antonio Cuadra (PAC) expresó en un poema titulado Diciembre, dedicado a la Virgen María: “Corrí el riesgo de no ser oído porque la poesía es también un pedazo de pobreza. Corrí el riesgo de ver mi corazón vacío y despoblado cuando el Poder puso su pie sobre la boca de los humildes… ¿Por qué ese gemido del inocente? ¿Por qué ese lamento materno como espada? ¿Y por qué la tiranía, el oprobio, la crueldad, el ojo de leopardo de mi hermano que tortura y la cal impecable blanqueando su sepulcro?”
María respondió al clamor de PAC, que era de todos los nicaragüenses. Ella no dejó a sus hijos en el abandono, pues, como lo expresara el poeta, asombrado, en la poesía antes citada: “¿Quién me diría que tu pie descendiendo al tiempo tocaría mi desangrada tierra?”
Se refería PAC a la aparición de la Virgen María en el poblado chontaleño de Cuapa, en el año de 1980, cuando, según el campesino vidente Bernardo Martínez, Ella exhortó a los nicaragüenses: “No vayan a la violencia, nunca vayan a la violencia. Pidan fe para tener paciencia… Una madre nunca se olvida de sus hijos y yo no he olvidado lo que ustedes han sufrido…”
A partir de entonces la frase “Por María vendrá la paz” fue lema de todos los católicos nicaragüenses, incluso de muchos sandinistas que no querían la guerra pero por disciplina o confusión ideológica fueron a los campos de batalla a derramar la sangre propia y la de sus hermanos.
En el año de 1990 la paz vino por fin a Nicaragua, facilitada por la intervención de la comunidad internacional y sobre todo por los Acuerdos de Esquipulas, que hicieron posible las elecciones libres y vigiladas internacionalmente del 25 de febrero de ese mismo año. Sin embargo, a la paz del fin de la guerra le faltó el ingrediente esencial de la justicia. Y le hizo falta también que una de las dos principales partes involucradas en el conflicto, tuviera una sincera voluntad de reconciliación nacional y el sano propósito de enmienda.
Por eso ahora en Nicaragua hay paz, pero una paz precaria, porque otra vez, para decirlo con las palabras de PAC, “el Poder puso su pie sobre la boca de los humildes”. Sin embargo, la esperanza —alimento espiritual de quienes luchan por una buena causa—, alienta la convicción de que así como en 1990 por María vino la paz, por María vendrá ahora la libertad y con ella la justicia.