Ayer fue presentada en Managua la encuesta Barómetro de las Américas, del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (Lapop) que auspicia la Universidad de Vanderbilt, Tennessee, Estados Unidos de América.
Entre los datos interesantes de esta encuesta destaca el de que la mayoría de los nicaragüenses (53 por ciento) está en desacuerdo con la reelección presidencial, mientras que el 61 por ciento opina que es necesario cuidarse al hablar de política, aunque sea entre los amigos.
No es la primera vez que una encuesta refleja el temor de los ciudadanos a expresar sus opiniones políticas, sobre todo en relación con quienes detentan el poder. Esto se debe a que en Nicaragua está restringida la libertad de expresión, la cual, de acuerdo con la clásica definición de George Orwell consiste precisamente en decir lo que la gente y particularmente los gobernantes, no quieren oír.
Desde que Daniel Ortega recuperó el poder y comenzó a instaurar su nueva dictadura, muchos nicaragüenses comenzaron también a sentir temor de expresar sus opiniones políticas públicamente. Inclusive, personas que solían escribir artículos de opinión para LA PRENSA dejaron de hacerlo por no arriesgarse a sufrir represalias del régimen orteguista, y en las encuestas, muchos entrevistados no volvieron a opinar con franqueza.
En mayo de 2013 la firma encuestadora CID Gallup reportó que una de sus preocupaciones por “la realización de sus encuestas de opinión pública en Nicaragua, es si las personas que potencialmente pudieran entrevistar se sienten en confianza de expresarse libremente al entrevistador que llega a la puerta de su casa”.
A mediados de julio de 2014, el mismo Proyecto de Opinión Pública de América Latina que presentó ayer su nueva encuesta, informó que más de la mitad de los nicaragüenses tenían temor de hablar de política y que otro 9 por ciento, más o menos, dijo que depende de las circunstancias opinar o no. El 10 de junio de ese año, el politólogo estadounidense Kenneth Coleman, vinculado al mencionado proyecto de opinión, declaró a LA PRENSA que “Casi dos tercios de los nicaragüenses viven cierta desconfianza para hablar abiertamente sobre política”.
Esta situación es comprensible. La libertad de expresión es característica de la democracia, pero el régimen orteguista no es democrático. La libertad de expresión es un derecho humano esencial y nadie debe ser molestado a causa de sus opiniones, ni por difundirlas a través de cualquier medio y sin limitación de fronteras, como se establece en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Pero en Nicaragua esto no vale.
Se dice que los nicaragüenses tienden a ocultar sus opiniones políticas debido al güegüensismo, una supuesta característica cultural derivada del mítico personaje indígena, El Güegüense, que en la época colonial engañaba a los representantes del poder establecido.
Pero en realidad no es por eso que muchos nicaragüenses se abstienen de expresar públicamente sus opiniones políticas. Es por temor a ser reprimidos. Los nicaragüenses siempre se han distinguido por su franqueza y cuando hubo democracia, aunque fuese precaria, expresaban sus opiniones políticas abiertamente y sin miedo.