Un japonés que pagó casi 12 años de cárcel en Nicaragua, por un asesinato que siempre aseguró no haber cometido, murió el pasado 5 de noviembre en Tokio, Japón, apenas 17 días antes de que la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) nicaragüense emitiera una sentencia declarándolo inocente.
El protagonista de esta historia, Juji Hattori, salió de la cárcel en mayo del 2008, tras cumplir completa la condena y quiso quedarse en el país en busca de un fallo que le devolviera su honra, pero fue deportado hacia Japón el 11 de diciembre del 2008. En el 2014 fue diagnosticado con cáncer de páncreas, mientras insistía ante la Corte Suprema nicaragüense, a través de abogados en Nicaragua, que era inocente y no quería compensación económica sino únicamente que se le devolviera su honor.
Finalmente, la CSJ determinó el 22 de noviembre pasado que Hattori fue condenado con pruebas falsas y que la judicial del caso cometió graves irregularidades.
La pesadilla de Hattori comenzó el 25 de noviembre de 1997, cuando en la playa de Marsella, en Rivas, apareció muerto Harumitsu Muto. Hattori estaba con Muto pero no sabía español y no tuvo una defensa correcta en todo el proceso que se le inició, ya que en las primeras diligencias del caso no contó con un abogado ni traductor.