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By pass… by pues Parque de los Monos

El nuevo bypass que cambiará el paisaje de Las Piedrecitas, borrará, parte del Parque de los Monos, lugar utilizado antiguamente para romances juveniles

El nuevo bypass que cambiará el paisaje de Las Piedrecitas, borrará, parte del Parque de los Monos, lugar utilizado antiguamente para romances juveniles, lo que por años hemos visto y vivido, pero que el bypass no podrá borrar fácilmente de la memoria histórica de nuestra ciudad.

El Versalles, famoso restaurante y club nocturno, hizo historia por la cantidad y calidad de cantantes que se presentaron, previo al terremoto que azotó Managua. Rolando La Serie, Tito Rodríguez, Pedro Vargas, Toña La Negra, Daniel Santos, Lucho Gatica, Olga Guillot, nuestro baluarte Rafael Gastón Pérez, los solistas del Terraza, Raúl Trana Ocampo, el colombiano —bolerista de Nicaragua— César Andrade, Roberto Yanes, quien una vez hizo repicar las lámparas de cristal del club, cantando Martha capullito de rosas, y una pléyade de artistas, algunos ya en la tercera edad, con sus voces y guitarras sacaron los suspiros de muchos managuas y cosecharon los aplausos de aquellas concurrencias como el mejor regalo a su actuación.

Un conocido publicista, el decano, después de unos sabrosos nepentes en el Gran Hotel, se prendó, de una mujer vestido de rojo y la invitó a seguir la parranda en El Versalles.

Al momento de llegar se da cuenta que están sentadas en una mesa, todas las damas de La Cruz Roja, según contaba el más simpático publicista que ha dado Nicaragua. En ese momento la orquesta empieza a tocar y él toma rápidamente a la mujer, empieza a bailar pero buscando la salida.

Sin mayor explicación deja a su acompañante lo más cerca de taxi y raudo, endereza su automóvil para su casa donde lo espera con paciencia su amada esposa. Amor le dice el publicista —hoy es una noche especial— hace veinte años te di el primer beso, vos no te acordás, pero yo sí, vestíte con el aquel vestido rojo que vos tenés y que me encanta vértelo puesto, vámonos con una condición si vamos a bailar al Versalles, pero con una sola condición —no saludes ni volvás a ver a nadie, esta noche es solo tuya y mía, como cuando éramos novios—.

La noche pasó en un suspiro, precisamente entre suspiros y palabras de amor. El publicista y su esposa llegaron a su casa, más allá de la media noche cuando muy temprano en la mañana empezó el teléfono a repicar para meter el chisme, la esposa feliz contestaba, era yo, era yo en la noche más feliz de mi vida, y con gracia le decía al esposo —como te quieren calumnia mi amor, como es la gente, válgame Dios—

El drive-inn de Memo con sus sabrosos bocadillos, sus refrescos y sus clientes, que paraban el carro, abrían la ventana para recibir sus pedidos y empezaban a romancear sin empacho alguno.
Al otro lado de la carretera estaba el Molino Rojo, medio restaurante y motel completo, el más caro de entonces, diputados, ricachones, ministros, hijos de papá y los papás también, otros que querían impresionar a su doncella y hacían sacrificios para poder pagar, era la clientela del motel donde se escapó más de un tiro, una honra y se tejieron intrigas y leyendas.

El Parque de las Piedrecitas, el primer parque infantil de calidad que tuvo Managua, obra del Chato Lang, quien construyó sobre el viejo paseo, un hermoso lugar para que los niños de entonces disfrutaran de la hermosa vista de Managua, un viejo avión en desuso, jardines, juegos infantiles, bancas y gente por todos lados, cerca o a la orilla los mejores sorbetes y helados de Nicaragua donde un solícito propietario, exempleado del Banco Nacional, atendía con gusto y delicadeza a los clientes, se llamaba Alejandro Burgos y era un señor en todo el sentido de la palabra.

Hace muchos años llegaban los carros llenos de quinceañeras para admirar el paisaje, que era de noche como un nacimiento. Desde Monseñor Lezcano hasta el Aeropuerto Xolotlán, la Managua de noche y de entonces, aunque pequeña, era bonita.

Era la ciudad que cantaba Tino López Guerra, Erwin Krüger, su hermano y su cuñado Pepe Ramírez, ahí la Esperanza, la Nidia, la Nora, la Ligia, la Margarita, la Lourdes y docenas de chavalas acompañadas de Chacoteo, César, Silvianito, Emilio, Orlando, Mariano, Roberto y otros tantos novios de entonces, disfrutaban del marco adecuado para darse besos y hacerse promesas.

El Nejapa Country Club, muy cercano, tuvo su primera época, nueve hoyos solamente, cuatro Canchas de tenis, un bar y unos salones, formaban parte del edificio de madera y ventanas de cedazo, que fue la respuesta de Somoza al Club Terraza.

Camilo González, José Benito Ramírez, El coronel Francisco Gaitán y otros oficiales y personajes de la época, entre ellos, Vicenta Navas, Rafael Huezo, Octavio Sacasa, fueron los pioneros, muchos jóvenes gozaban del Club y su pequeña piscina.

Tertulias musicales, romanceaderas vespertinas, alegrías y piñatas de bautizos y cumpleaños, hasta que construyeron el Nuevo Country, cuyos terrenos fueron tomados por la revolución, creándose un nuevo Country al oriente de la ciudad.

Con el bypass le diremos bye pues a una época, muchos recuerdos y cambios que demanda la modernidad.

Cultura by-pass Cuento Managua Róger Fischer archivo

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