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Efectos de las pantallas
Gonzalo Cardenal M.

La unidad de los nicaragüenses III

Terminaba diciéndonos en su artículo mi amigo “Chale” Mántica:

San Pablo nos habla de una unidad de mente y de corazón. Pero va aún más allá y describe una unidad de vida en la que cada uno no piensa ya en sí mismo, sino en términos de “nosotros”, buscando, no su propio interés sino el de los demás, y poniendo el bien de los demás por encima del nuestro. Y resume diciéndonos que debemos tener el mismo modo de ser de Cristo.

Sin esto —sin el Espíritu de Dios, sin el modo de ser de Dios en nosotros— no habrá unidad. Al menos no el tipo de unidad que Dios espera, la unidad que Cristo pide al Padre en su oración sacerdotal en la víspera de su pasión. Para tenerla nos da su poder. De  tenerla dependerá el que el mundo crea. Pero si la tenemos será además fuente de fortaleza ante la persecución o los ataques del enemigo; y fuente del poder de Dios que se manifestará entonces entre nosotros.

Me dirán que me he puesto místico y he echado a perder este artículo con un mensaje imposible. Todo lo contrario. Es ahora cuando comienzo a ser realista y práctico. Quiero terminar señalando una verdad demostrada por la historia que ilustra claramente nuestro papel como Iglesia y la validez de nuestra estrategia en este momento tan decisivo para Nicaragua.

Señala el historiador católico Christopher Dawson, el papel decisivo que jugó la Iglesia como preservadora de la civilización en los momentos más críticos de la historia. Después de la caída de Roma saqueada por los Visigodos siguió un período de siglos, en que el caos, la ignorancia y el desorden destruyeron moralmente a Europa. Solo una cosa la salvó de la barbarie, y esa fuerza fue la Iglesia.

Como luz en medio de una época de oscuridad las comunidades cristianas fueron foco de irradiación de los valores eternos. Supieron oponerse a los embates de otras culturas dando testimonio de los valores divinos de justicia y rectitud. Y ese es el papel de la Iglesia hoy. El mantenerse firme como muro de resistencia contra los nuevos bárbaros viviendo una cultura construida sobre los valores eternos.

Nuestra meta debe ser el permanecer fieles a Dios aunque el mundo a nuestro alrededor parezca desplomarse. Nuestro llamado, como dijo Madre Teresa, no es a tener éxito sino a ser fieles a la voluntad del Señor.

Es cuando el cristiano se decide a actuar en verdadera obediencia a Dios, que la Iglesia logra influenciar profundamente las estructuras sociales y políticas. Solamente cuando ha abandonado sus pretensiones de poder es cuando recupera su capacidad de influencia sobre la sociedad, siendo ella misma: la Iglesia de Jesucristo. Cuando se atreve a ser diferente del mundo es cuando se convierte en luz y fermento, en un signo plantado en medio de las naciones.

Esto no quiere decir en forma alguna que la Iglesia debe volver las espaldas a la situación que vivimos. No lo ha hecho nunca ni lo hará. Digo simplemente que “si la sal pierde su sabor solo sirve para ser pisoteada”. (Fin del escrito de mi amigo “Chale”)

Y a propósito de la unidad que nos ha venido hablando el Señor en estos artículos, los que deseen hacer algo por ella, pueden unirse a nuestra comunidad y a miles de cristianos alrededor del mundo en la “Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos” del 18 al 25 de enero. Para recibir una guía de cómo mejor hacerlo escríbanos a mi dirección escrita abajo, o a https://vimeo.com/40ecfd6235 o a www.swordofthespirit.net

El autor es miembro del consejo de coordinadores de la Ciudad de Dios.

[email protected]

Opinión Iglesia nicaragüenses San Pablo archivo
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