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Lea la crítica de cine de Pasajeros por Juan Carlos Ampie.

Lea la crítica de cine de Pasajeros por Juan Carlos Ampie.

Crítica de cine: Pasajeros

Nuestro crítico de cine, Juan Carlos Ampie, ya vio el estreno de esta semana: Pasajeros. Aquí está su valoración. ¿Será buena o mala?

“Pasajeros” pretende ser todo para todos. Hace gala de excelentes efectos especiales, pan nuestro de cada éxito de taquilla. Tiene como protagonistas a Chris Pratt, muy popular después de “Guardianes de la Galaxia” (2014) y a Jennifer Lawrence, después de un Óscar y tres nominaciones. El director noruego Morten Tyldum viene de la estimada “El Juego de la Imitación” (2014). Al menos en papel, los astros están alineados para un éxito que cruza todos los cuadrantes de audiencia. ¿Qué puede salir mal? Pues, casi todo.

Al principio, el filme parece albergar ambiciones de meditar sobre la angustia existencial y la mortalidad. Estamos en un crucero intergaláctico que viaja años luz para llevar a centenares de humanos a colonizar un nuevo planeta. Una falla despierta prematuramente a Jim (Pratt) básicamente condenándolo a morir solo, suspendido en el espacio. Faltan demasiadas décadas de vuelo para llegar a un destino que no verá vivo. Tampoco puede volver a conciliar el sueño criogénico. El escenario de la nave evoca a la clásica “2001: Odisea del Espacio” (1968). Para más apelaciones a Kubrick, su única compañía es un robot cantinero (Michael Sheen) que recuerda al siniestro Lloyd de “El Resplandor” (1980), pero su disposición bonachona hace disonante con la referencia.

Juan Carlos Ampié, crítico de cine.
Por Juan Carlos Ampie, crítico de cine. LA PRENSA / Óscar Navarrete.

Entre la multitud de narrativas que podrían explorarse, el guion sucumbe a un giro de trama problemático. El solitario Jim “se enamora” de Aurora Lane (Lawrence), otra pasajera, tras merodear incansablemente sus archivos personales en la nave y contemplarla dormida en su cápsula durante horas. El despertar de Jim fue un error que básicamente lo condena a morir, pero su decisión de despertar a Aurora la despoja de voluntad personal. Básicamente, le arrebata su plan de vida, imponiéndole el rol de compañera sentimental y carnal de un hombre que no conoce. La película pretende que veamos estas acciones, amalgama de acoso, rapto y violación simbólica, como una especie de gran gesto romántico.

Aurora y Jim flirtean, colaboran mientras ella permanece en la ignorancia. El hombre es caracterizado como un buenazo proletario, y ella es una intelectual privilegiada que solo puede convertirse en mejor ser humano al recibir las atenciones de este galán. Los elementos de comedia romántica se plantean en clave populista. Cuando ella descubre la verdad por accidente, su furia es presentada como exagerada. Las fallas incrementales de la nave solo sirven para crear un estado de crisis que pone en peligro la vida de la mujer, para que el hombre pueda compensar simbólicamente su transgresión salvándole la vida. Claro, siempre será una vida que solo puede vivir con él, hasta el fin de sus días.

No hay efectos especiales que nos hagan creer que Lawrence, una actriz que siempre proyecta fortaleza interna y una inteligencia feroz, asumiría dócilmente este estado de subyugación. Más de siglo de machismo en la industria del entretenimiento alimenta esta historia.

Las mujeres no son las únicas ofendidas. Un alto tripulante de raza negra (Lawrence Fishburne) aparece para dispensar información sobre los problemas técnicos de la nave y abrir con su mano algunas puertas que los pasajeros no pueden franquear. Andy García es el capitán durmiente, con una sola y triste escena silente —más bien, toma—. Hasta el amago de diversidad del casting se procesa como fantasía reaccionaria: un hombre negro se sacrifica para que una mujer blanca descubra que lo que le conviene es someterse a la voluntad del macho que la bendice con su atención. El latino silente solo puede admirar la fortaleza de ese “amor”. Sin proponérselo, “Pasajeros” es un filme digno de los albores de la era de Donald Trump.

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