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Alejandro A. Tagliavini

Trump versus Obama: el último round

Si no fuera porque a veces causan guerras y muchas muertes, ver a los políticos en televisión es tan divertido, y tiene el mismo sentido, que una serie como Friends… aunque en realidad son más “unfriends”.

Donald Trump ha chocado con Barack Obama y ha desafiado a los servicios de espionaje mientras que sus conflictos de interés y su revolucionario uso de Twitter han marcado una transición atípica. Pero deberá abandonar la virtualidad el 20 de enero, a las 12 horas tras jurar el cargo.

Lo acompañarán entre otros, Jeff Sessions, un senador sospechado de racista, como fiscal general; Rex Tillerson, jefe de ExxonMobil y un amigo de Putin que se opuso a las sanciones contra Rusia, sería secretario de Estado; John Kelly, general de los marines, dirigirá el Departamento de Seguridad Interior y Mike Pompeo, la CIA.

Aunque Trump cederá el “control” de sus quinientas empresas a sus hijos, lo cierto es que son hijos suyos. Y sus conflictos de intereses podrían no terminar aquí. Sin que importen las sospechas de nepotismo, el hombre fuerte del gobierno, luego del vicepresidente, será su yerno Jared Kushner, nombrado asesor y que también es hijo de un magnate inmobiliario que estuvo 18 meses preso.

Entretanto, Obama habló poco y actuó mucho. Rompió con tres décadas de tradición y no vetó una Resolución de la ONU condenando al gobierno israelí, lo que podría interpretarse como un golpe al sionismo de Trump que queda plasmado en su yerno, Jared, que es un judío ortodoxo al punto que logró que la hija de Trump, Ivanka, se convirtiera a esa religión.

Obama, además, prohibió la exploración petrolífera en parte del Ártico y en el Atlántico, trasladó varios presos de Guantánamo a otros países, con lo que solo quedan 55 en esa cárcel que Trump prometió “llenar”; ha favorecido al negocio de Planned Parenthood, la principal organización abortista; ha declarado zonas protegidas a territorios del Oeste; nombró más de 100 altos cargos, y conmutó las penas e indultó a más de trescientos presos.

Y Trump expresó su frustración en un twit: “Estoy haciendo lo que puedo para no prestar atención a los muchos obstáculos y declaraciones indignantes del presidente O. Pensaba que iba a ser una transición tranquila. ¡No!” Aunque después, al mejor estilo Donald, aseguraba a la prensa que “la transición está siendo tranquila”.

El presidente electo en principio había desmentido a las agencias de Inteligencia que acusaron a Rusia de estar tras los ciberataques durante las elecciones —lo que llevó a Obama a expulsar 35 diplomáticos rusos y al cierre de dos sus instalaciones— y dio más credibilidad a las afirmaciones de Julian Assange, fundador de WikiLeaks, que publicó los correos electrónicos más dañinos para la campaña demócrata y que niega que Moscú esté detrás del asunto.

Días después, se publicó que agentes rusos podrían tener información personal y financiera comprometedora para Trump que twitteo: “¡Noticias falsas. Una auténtica cacería de brujas!” Por cierto, un senador republicano macarthista, de los que aman amordazar las opiniones, dijo que Assange “no es amigo de América ni de la democracia” y “ningún estadounidense debería dejarse embaucar por él”.

Sea como fuere, cada vez queda más claro que las personas tenemos que empezar a confiar mucho más en nosotros y en nuestro prójimo, y menos, mucho menos, en “líderes” y menos aún en líderes políticos.

El autor es miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California.

@alextagliavini
www.alejandrotagliavini.com
[email protected]

Opinión Estados Unidos Trump versus Obama archivo
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