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Crítica de cine: Moana, un Mar de Aventuras

Juan Carlos Ampie, crítico de cine, ya tiene el veredicto sobre la película Moana, un Mar de Aventuras.

Los directores Ron Clements y John Muskers son coautores de la segunda era dorada de los estudios Disney. “La Sirenita” (1989), “Aladino” (1992) y “Hércules” (1997) fueron éxitos de público y taquilla que no se veían desde los mejores días del tío Walt. El modelo se agotó en “El Planeta del Tesoro” (2002). Su fracaso contribuyó a la crisis que eventualmente desembocó en la fusión con Pixar. “La Princesa y la Rana” (2009) fue reconstruida durante el cambio de guardia que significó la entrada de Jon Lasseter. “Moana” supone una fusión armoniosa entre este trío de colaboradores.

La película arranca con una narración que evoca un mito originario de las islas de la Polinesia. Es la voz de Tala (Rachel House), contándole la historia a su pequeña nieta Moana y los demás niños de la aldea. El semidiós Maui (Dwayne Johnson) robó una preciosa piedra verde, el corazón de Te Fiti, la diosa-isla de donde descienden todas las islas del Pacífico. Un ataque de la diosa de lava Te Ka provoca la pérdida de la piedra en las aguas del mar y consigna a Maui a una prisión en un islote perdido. Las evocativas ilustraciones que llenan la pantalla resultan ser los carteles ilustrados que Tala utiliza, colgados de las vigas de una cabaña. Es como una película primigenia, dentro de un modernísimo filme de prístina animación digital. Moana, bendecida por la atención del mar, recibe el corazón de Te Fiti y la misión de rescatar a Maui y convencerlo de devolver lo robado. Es una tarea apremiante. El pesar de Te Fiti se extiende como una enfermedad a través del mundo, destruyendo la vegetación y la fauna, poniendo en peligro la sobrevivencia de su gente.

Juan Carlos Ampié, crítico de cine.
Por Juan Carlos Ampie, crítico de cine. LA PRENSA / Óscar Navarrete.

“Moana” trasciende a la esfera cultural anglosajona y europea, usual inspiración de Disney. Los realizadores incluso reclutan actores de la región para dar voz a sus personajes. El arco narrativo no implica cumplir la fantasía romántica de emparejarse con un hombre. Moana (Auli’i Cravalho) debe realizar su potencial como líder, sobreponiéndose a los temores de su padre (Temuera Morrison), y desafiando a los elementos para cumplir su destino. Pero no será fácil. En el proceso, comete errores, aprende y se supera. Estamos ante una narrativa de realización personal, que prodiga al personaje femenino la misma consideración que tradicionalmente se reserva para los protagonistas masculinos. La narrativa se desarrolla de manera orgánica y natural. Sin estridencia, funciona como correctivo al machismo internalizado en casi todos los productos de cultura popular.

Moana es la hija del jefe, pero no es etiquetada como princesa. Es una mujer de acción. Su relación con Maui se mueve paulatinamente hacia un plano de igualdad. Bajo la dinámica de género se oculta además un mensaje ecológicamente sensible, delatando la influencia del legendario Hayao Miyazaki, a quien el productor Lasseter reconoce como un referente. Los villanezcos cocos-piratas y el conflicto entre Te Fiti y Te Ka, son claramente inspirados por “Princesa Mononoke” (1997), uno de los clásicos del gigante de la animación japonesa.

“Moana” invoca persuasivamente elementos culturales y estilísticos de una etnia específica —tome nota de los tatuajes de Maui, único elemento animado a mano en toda la película—, pero necesariamente coexisten con lenguaje, verbal y físico, que delata a la producción como un producto contemporáneo. Las canciones de Lin-Manuel Miranda, creador del influyente musical de Broadway “Hamilton”, eleva el filme a un plano superior. No se la pierda.

 

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