Hay muchas cosas que se pueden decir sobre los Tigres de Chinandega, pero sobre todo fueron un equipo combativo. Jamás dejaron de pelear. Incluso la noche en la que fueron vencidos, quedaron de cara a las estrellas. Lucían molestos y se levantaron a ganar. Solo el título saciaría su hambre.
Despojaron a los Gigantes de la iniciativa. Les robaron la inspiración y al final los dejaron sin aliento en una Final que controlaron con mano firme, defendiendo y lanzando, mientras el bateo tronaba en el momento preciso. Fueron un equipo.
Chinandega ejecutó bien los fundamentos del juego. No falló en las jugadas rutinarias y se excedió cuando la circunstancias lo exigían. Dio la impresión de ser en todo momento, un equipo comprometido con sus fanáticos y con ellos mismos.
Pero no solo fueron agallas. Ahí también había clase y talento. Y lo usaron. Curt Smith fue el corazón de ese ataque que golpeó cuando debía, acompañado de Edgard Montiel, un bateador en plena efervescencia y Everth Cabrera, quien está de vuelta al buen nivel.
Chavalos que parecían buenos para un plantel juvenil, no para absorber la presión de una Final, como Ismaél Munguía y Jesús López, exhibieron la compostura de veteranos y fueron sobre bolas imposibles de atrapar con sus manoplas.
Pero los Tigres fueron también picheo serio, de ese que se faja, que da strikes sin temor, que reta con astucia y asume responsabilidades. Mainor Mora, salió de entre las sombras, fue un buen ejemplo de ese estilo. Marcos Frías fue un verdadero líder y a los hermanos Bucardo nunca les tembló el pulso.
Este fue un equipo con personalidad, que se ha situado en la cima y nadie se lo podrá cuestionar. Y ser equipo no es que cada quien haga la parte que le corresponda, sino hacer lo que sea necesario para ayudar a ganar, que era el objetivo.
Ahora es el momento de la celebración. ¡Salud!
Twitter: @EdRod16