El domingo 15 de enero el Frente Amplio por la Democracia (FAD) realizó su primera asamblea nacional, en la cual se incorporó el Partido de Acción Ciudadana (PAC) que preside Moisés Hassan.
Según informó el FAD, su primera asamblea nacional ratificó el “desconocimiento al régimen Ortega Murillo por ilegal e ilegítimo” y reafirmó la decisión de luchar por el “derecho a elecciones nacionales y municipales en condiciones de libertad, transparencia y competitividad”.
Por otra parte, el movimiento opositor Ciudadanos por la Libertad (CxL) que está integrado mayoritariamente por antiguos miembros y dirigentes del PLI que fueron excluidos de este partido por una resolución del poder judicial orteguista, en el comienzo de año ha dinamizado el proceso de conformación de sus juntas directivas municipales y departamentales, con vistas a obtener la personería jurídica que han solicitado al Consejo Supremo Electoral (CSE) orteguista sin renunciar a la demanda de cambios sustantivos en el sistema electoral, para que puedan haber elecciones justas y limpias en Nicaragua.
El otro movimiento liberal opositor, Unidad con Dignidad, también ha solicitado su personería jurídica sin que hasta ahora mereciera la atención del CSE. Y en igual o parecida situación se encuentran los partidos MRS y UDC, a los que el régimen dictatorial de Daniel Ortega despojó arbitrariamente de su acreditación legal.
Por lo que dicen ellos mismos, tanto el FAD como Ciudadanos por la Libertad y Unidad con Dignidad, persiguen el mismo objetivo de restaurar la gobernabilidad democrática en Nicaragua. Y todos coinciden en descartar el uso de la violencia como medio para buscar la toma del poder, a diferencia de lo que hacía el FSLN cuando luchaba contra el somocismo, que predicaba y practicaba la violencia armada, desacreditaba las formas pacíficas de lucha y denigraba a quienes no se sometían a sus lineamientos radicales. Lo cual era comprensible, porque su objetivo no era establecer la democracia sino imponer una dictadura sandinista.
En la actualidad, entre los partidos y grupos políticos y sociales que luchan por la democracia hay intensas discrepancias y al parecer insalvables diferencias, que preocupan a algunos y causan desaliento a otros. Pero en realidad esas contradicciones y controversias no son más que el reflejo de la pluralidad social, política e ideológica de la sociedad nicaragüense. Lo malo no es discrepar sino descalificarse unos a otros por prejuicios y con acusaciones infundadas, así como la falta de altura en el lenguaje de la discusión pública. Si el objetivo de los diversos movimientos opositores es restablecer la democracia, deberían buscar cómo realizar acciones comunes sin renunciar a sus identidades particulares, mientras llega el momento de formar el gran frente nacional opositor que será indispensable para derrotar a la dictadura orteguista.
Solo con hechos constructivos y usando un lenguaje político apropiado, los movimientos opositores podrán ganarse la confianza y el respaldo de los ciudadanos y crear conciencia cívica y democrática en la sociedad.