Los Gigantes de Rivas parecían una apuesta segura para ganar el campeonato.
Diseñado para jugar bien, pero sobre todo para ganar, el equipo reunió lo mejor del talento nica y agregó las piezas extranjeras que permitirían redondear a un conjunto con cara de campeón incluso antes del playball.
Pero es en el terreno de juego donde se dice la verdad y la tropa sureña no fue nunca lo que se anticipó. Su desempeño fue irregular en la temporada. Bateó bastante, pero tanto su picheo como su defensa, levantaron interrogantes.
Ya en la semifinal ante el Bóer, los lanzadores metieron el brazo, pero alguien mojó la pólvora y ganó con sufrimiento. Fue entonces cuando se pensó que harían explosión en la fase siguiente.
En la Final el bateo continuó apagado (.238) y para remate, los tiradores aflojaron (4.60) y la defensa vaciló en momentos cumbres.
Fueron demasiados factores en contra, mientras los Tigres exhibían un imponente espíritu competitivo, que no les dio oportunidad de resistir y fueron superados con solvencia. Los Gigantes lucieron en verdad pequeños.
En mi opinión, el personal que reunieron los Gigantes ahora, es de los mejores que hemos visto. Creo que son el equipo de más talento que ha participado en la Liga Profesional.
Pero a veces se puede tener a buenos jugadores y no ser un buen equipo. Es un asunto de amalgamar individuos con caracteres y, a veces, intereses diferentes.
Y mi idea no es cuestionar a Germán Mesa, quien no es culpable de que el equipo no haya bateado, pero es lógico que tiene una gran cuota de responsabilidad en lo que ha sucedido.
Cuando una empresa falla, hay que revisar al gerente. Él lo sabe muy bien.
Lo que pasó con la tropa de Rivas, vuelve a demostrar que el beisbol no es ciencia exacta, que hay imponderables en el camino y que si al talento no le ponés corazón, no vas a llegar muy largo.
Twitter: @EdRod16