Chuno Blandón el mayor biógrafo de Carlos Fonseca, nos sorprende con un nuevo libro dedicado a la memoria del fundador del FSLN en ocasión a los cuarenta años de su muerte. El trabajo de Chuno tiene el mérito de debelar una faceta de Carlos Fonseca poco conocida, nos muestra al poeta, al intelectual y su relación con una serie de hombres de letras contemporáneos.
Si en materia de historia, Chuno con su libro Entre Sandino y Fonseca, tendió un puente que rescata toda la odisea de la oposición a los Somoza desde la muerte de Sandino hasta la fundación de lo que hoy se conoce como FSLN, este nuevo libro de Chuno repite la misma proeza, pero esta vez en el plano de la literatura.
Con rigurosidad científica Chuno nos va hablando no solo de la relación de Carlos Fonseca con los intelectuales de su tiempo, sino que va desempolvando y actualizando una serie de valores tanto de izquierda como de derecha progresista, que hoy están totalmente olvidados.
Así nos presenta a Manolo Cuadra, como el intelectual que más influyó en Fonseca en su etapa juvenil. Continúa con Guillermo Rothschuh, su director y protector en el Instituto Ramírez Goyena, relación que trascendió más allá de la simple relación de maestro a alumno para convertirse en una relación filial.
Con Juan Aburto queda plasmada, en un testimonio escrito por el propio Aburto, en un documento que entregase al doctor Eduardo Pérez Valle y que este último conservó para la posteridad. “Un día comenzó a llegar un jovencito delgado, reservado y tímido, de ojos azules y mirada melancólica o severa. Supe que se llamaba Carlos Fonseca, pero nunca se comunicaba con nadie, fuera de un saludo general y escueto. Únicamente le hablaba a Manolo Cuadra y se situaba al margen de la tertulia. De improviso Carlos, aprovechando quizá un resquicio en la habladera, un silencio momentáneo, se desprendía de su rincón rápidamente y acercándose a Manolo Cuadra, que llevaba siempre la voz cantante, le interrumpió diciendo cosas como estas: “¿Manolo se podría lograr una alianza entre campesinos, obreros e intelectuales?”
Sobresale en el relato la relación de Carlos Fonseca con Mariano Fiallos, el doctor y periodista Adán Selva, la poetisa María Teresa Sánchez, Chepe Chico Borgen y Emilio Quintana, su relación especialísima con Edelberto Tórrez. Pero la joya de la corona del libro son los capítulos dedicados a la relación de Carlos con José Coronel Urtecho (el capitán de la Vanguardia) y la impronta que Fonseca le dice al solo conocerlo “usted sabe que después de Somoza, el mayor culpable de la situación de Nicaragua es usted”. Para terminar diciendo: “¡Yo creo que Fonseca me influenció mucho! Ejercitó una influencia determinante en los que lo conocían. Fue un vanguardistas en literatura, en poesía. ¡Tuvo una actitud de vanguardia en todo!
El caso de Pablo Antonio es diferente. Pablo Antonio, como muy bien lo dice el poeta y doctor Ivan Uriarte, era ante todo y sobre todo un poeta católico, y desde esa perspectiva fue el gran impulsor de la cultura por varias décadas en Nicaragua, por eso su expresión de que “Carlos Fonseca Amador es superior a Sandino y a Emiliano Chamorro”, no debe sorprendernos, al contrario debe de servirnos de estímulo y curiosidad para leer este libro que además de ser un trabajo de un intelectual honesto, es todo un homenaje de amor a un amigo que dejó para el autor una profunda huella testimonial, que nunca ha podido olvidar.
El autor es abogado.