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Carlos Alberto Montaner

Europa está aterrada

(Madrid) Europa está aterrada por el triunfo de Donald Trump. Le teme a la visión del amigo americano, el primus inter pares.

Lo acaba de revelar una macroencuesta realizada por la empresa francesa Ipsos. La llevó a cabo en 24 naciones y entrevistaron a 18,000 personas. Ipsos es la mayor empresa europea de investigación y una de las más serias.

El país más pesimista es España. El 84 por ciento de los españoles piensa que Trump será un pésimo presidente para todos.

Entre otras razones, alegan los mejor informados, coincide demasiado con los comunistas de “Podemos” y de “Izquierda Unida”. Se opone, como ellos, a los tratados internacionales de libre comercio, critica a la OTAN y a la Unión Europea. Es proteccionista, aislacionista e intervencionista. Les dice a los empresarios dónde y cómo deben invertir.

Con Trump se confirma la intuición de que los extremos —populistas de izquierda y derecha— se tocan.

Tras el juicio negativo de los españoles sigue el del 80 por ciento de los británicos, el 78 por ciento de los alemanes y el 77 por ciento de los franceses.

¿Qué les preocupa a muchos europeos, y especialmente a sus gobiernos?

Les preocupa el respaldo de Trump al “Brexit” y su amistosa cercanía con Nigel Farage, el líder de la disolución de los lazos entre el Reino Unido y la Unión Europea. Las críticas de Trump a Ángela Merkel y su corrosiva intromisión en los asuntos del grupo de 28 países.

Simultáneamente, les inquietan las opiniones favorables de Trump sobre Vladimir Putin, el hombre que invadió Crimea y amenaza a los Balcanes. La misma encuesta de Ipsos encontró que el 74 por ciento de los rusos aplaude el triunfo de Trump.

Mas no es el único país del mundo que tiene una percepción risueña del nuevo inquilino de la Casa Blanca. El 65 por ciento de los indios también lo ven con optimismo. Incluso, más que en Estados Unidos, donde el 52 por ciento tiene una opinión positiva y un 48 por ciento negativa.

Ángela Merkel y François Hollande poseen una legítima preocupación con el destino de la Unión Europea. La gran hazaña diplomática del siglo XX ha sido la progresiva unión de Europa forjada entre Alemania y Francia, los rivales que habían desangrado el continente desde 1870 hasta 1945 por medio de espantosas guerras.

Primero procedieron cautelosamente creando la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (1951). Eran los años iniciales de la segunda posguerra mundial. Fue la obra de los visionarios franceses Robert Schuman y Jean Monnet, del italiano Alcide de Gasperi y del premier alemán Konrad Adenauer. Se adhirieron los países del Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo).

Alemanes y franceses querían, ardientemente, poner fin a las habituales carnicerías europeas. Lo harían creando intereses comunes e instituciones de derecho que vincularan a los Estados y les amarraran las manos a los políticos.

Luego siguió la Comunidad Económica Europea (1958). A los seis países originales eventualmente se les sumaron otra media docena. Y así siguieron hasta que en 1993 la CEE fue sustituida por la Unión Europea, creada en Maastricht tras la disolución de la URSS y del campo socialista.

Como Alemania y Francia son dos países razonablemente eficientes, pero dotados de inmensas e intrincadas burocracias, contagiaron el nuevo organismo con esa característica. Sin embargo, en lo esencial lograron su cometido: desterrar el nacionalismo excluyente, mantener la paz y prosperar juntas todas las naciones, aunque fuera a un ritmo más lento.

Naturalmente, eso ha sido posible gracias al estímulo político y a la protección militar de Estados Unidos por medio de sus bases y por la existencia de la OTAN. Y esto es, exactamente, lo que muchos europeos temen que se debilite por la asunción de Trump a la presidencia de EE. UU.

F.D. Roosevelt, Truman y el resto de los gobernantes americanos entendieron, atinadamente, que a EE. UU. le convenía una Europa fuerte, unida y en paz, con la cual realizar transacciones y compartir responsabilidades, de la misma manera que, a partir de hace unos años, comprendieron que les favorecía la existencia del euro, porque no hay nada que enturbie más el panorama comercial que la existencia de signos monetarios débiles y erráticos.

Así fue hasta que Trump se instaló en la Casa Blanca. Se trataba de un político con un mensaje diferente, antiguo, que podía echarlo todo a perder. Por eso Europa está aterrada. La primera potencia del mundo le ha cambiado las señas y las reglas de juego. Europa teme que se disuelva un matrimonio extraordinariamente fructífero durante 72 años. Sería terrible que algo así sucediera.

 El autor es periodista y escritor. Su último libro es la novela Tiempo de Canallas. ©FIRMAS PRESS

Opinión Angela Merkel Donald Trump Europa Otan archivo

COMENTARIOS

  1. Liber Arce
    Hace 7 años

    Siguen los plumíferos de la mas media fracasada de los EEUU adoloridos por el triunfo de Trump porque saben que se les acabaran sus privilegios, además están acostumbrados a manipular a la opinión pública con Trump ya no será más.

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