Cuando el joven pintor Elvin Arróliga (1976) presentó su primera exposición personal en Galería El Águila, en noviembre del 2001, las palabras del maestro Hugo Palma-Ibarra, su mentor, fueron proféticas: “Un artista nace a la vida pública el día de su primera exposición personal”. Y así fue.
En el 2012 presenta su segunda muestra personal en el prestigioso Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica titulada: “Hipicidad”. Durante estos 16 años, después de su primera exposición personal (2001), Arróliga nos vuelve a sorprender con una tercera exhibición personal, ahora en el majestuoso Palacio Nacional de la Cultura.
Esta nueva exposición está formada por una colección de obras que denotan el talento y el arduo trabajo de este insigne pintor: Pintura y Cerámica, como resultado de la experiencia, amor a las artes plásticas y su tesón por la perfección en cada una de sus obras.
La temática de esta muestra es El Güegüense, nuestra obra prima de la literatura nicaragüense, de gran controversia entre críticos y estudiosos de esta obra cimera del teatro latinoamericano. El maestro Arróliga no trata de dignificar a El Güegüense sino presentar a este ilustre personaje de una forma artística.
En esta colección de arte están presentes dos elementos importantes de la cultura nicaragüense: Quetzalcóatl y la Máscara.
Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, es creador y fundador de la cultura. Su doctrina religiosa estructura un humanismo trascendente, aspira a que el hombre sea el soberano de sus propias decisiones.
La Máscara oculta rostros desconocidos, silenciosos… disfraza. En algunos de nuestros bailes folclóricos, la Máscara es un elemento primordial como la usada por los elegantes caballeros barrocos de El Güegüense, Toro Huaco, Goliat y su comparsa, y también en el bello Baile de Negras. Sus gestos rítmicos, sus movimientos llenos de vida y personalidad, contrastan con la impasible impersonalidad de la Máscara.
Arróliga con esta exposición se inscribe en una tradición pictórica-escultórica, porque esas son sus cerámicas, esculturas. Sopló su aliento sobre el barro de su pueblo y resucitó su gloria.