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La Prensa

Sin justicia no existe la paz

Desde que se firmaron los acuerdos de paz de 1989 y 1990, entre la Contra y los gobiernos de  Nicaragua, no ha habido guerra en este país.  Según historiadores, este período de  27 años sin guerra ha sido el  más prolongado en la historia política de Nicaragua, es decir, desde  la independencia nacional de 1821.

Nosotros esperamos  que el tiempo sin guerra se siga extendiendo, que nunca más unos nicaragüenses tengan que levantarse en armas contra otros nicaragüenses, ya sea para tomar el poder o para defender sus derechos incluyendo precisamente el de vivir en paz.

Como hemos dicho muchas veces, la guerra o la lucha armada en cualquiera de sus diferentes formas causa gran  destrucción material y mortandad humana, pero además nunca ha traído la libertad, la democracia y el progreso social. Solo  ha servido para que los “libertadores” que derrocaron con las armas en la mano a una dictadura,  se conviertan en nuevos y peores dictadores.

Pero también hay que decir que la paz como ausencia de guerra que ha habido en Nicaragua en los últimos 27 años,  no ha sido absoluta, que  en diversas ocasiones esta forma de paz ha sido violentada.

En los años noventa, durante los gobiernos democráticos,  la paz como ausencia de guerra fue rota por quienes  empuñaron las  armas para defender o recuperar los privilegios del poder que habían perdido, o porque alegaban que los resultados de los acuerdos pacíficos no habían sido equitativos, o porque creían que debían defender por medio de la violencia  las conquistas sociales que, según ellos, habían logrado del régimen anterior.

En los últimos diez años, a partir de que Daniel Ortega recuperó el poder e impuso un nuevo régimen autoritario con pretensión dinástica, han surgido varios focos de alzados en armas que creen que es el único camino que les queda para defenderse. Estos insurgentes en todos los casos han sido calificados como delincuentes y exterminados por las fuerzas represivas  del Estado.

Aparte de esos focos aislados de insurgencia armada, en general no ha habido  guerra en Nicaragua  desde 1990. Pero esto  no quiere decir que haya habido  una paz auténtica. La situación de injusticia y violencia que sufren actualmente los nicaragüenses indígenas del Caribe Norte, cuya tierras ancestrales son invadidas y usurpadas por personas foráneas ante la indiferencia cómplice del Gobierno,  prueba de manera dramática que si bien no hay guerra  en Nicaragua, tampoco brilla en su cielo la paz como reclama el Himno Nacional.

“La paz no es solo ausencia de guerra y no se limita a asegurar el equilibrio de fuerzas adversas” —dice el Catecismo de la Iglesia católica en su apartado 2304—. Y agrega: “La paz no puede alcanzarse en la tierra, sin la salvaguardia de los bienes de las personas, la libre comunicación entre los seres humanos, el respeto de la dignidad de las personas y de los pueblos, la práctica asidua de la fraternidad”.

Cabalmente esa es la paz y la convivencia pacífica que reclaman, con humildad pero con pleno  derecho, los nicaragüenses indígenas del Caribe Norte de Nicaragua.

Editorial Justicia Nicaragua paz archivo
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