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propaganda, Nicaragua, límites
Edmundo Jarquín

Hay que aprender las lecciones del Ecuador

Entre Ecuador y Nicaragua hay más semejanzas que las sospechadas, y desde luego importantes diferencias. Nos limitaremos a las políticas, y no todas, por la exigente brevedad de un artículo.

Entre semejanzas, bastaría señalar que el presidente Zelaya, que dio su marca al liberalismo como el sujeto político más importante y dominante de Nicaragua en el siglo XX, hasta el surgimiento del sandinismo, apoyó con armas y soldados a Eloy Alfaro, ícono del actual presidente de Ecuador, Rafael Correa.

Alfaro incluso vivió, trabajó y conspiró en Nicaragua, bajo la protección de Zelaya. Ritmos del occidente del país, reminiscentes de los valsecitos ecuatorianos, han sido atribuidos a la influencia de la soldadesca nicaragüense que fue enviada por Zelaya para respaldar a Alfaro, hace poco más de un siglo.

Esas semejanzas reaparecerían un siglo después. Ortega volvió a la jefatura del gobierno en 2007 y ese mismo año ganó las elecciones Rafael Correa en Ecuador, y ambos países pasaron a formar parte del núcleo duro del “Socialismo del siglo XXI” (con Bolivia, Cuba y Venezuela), o más bien “Dictaduras del siglo XXI”, como las denominó el expresidente ecuatoriano Osvaldo Hurtado en un libro con ese título.

La comparación entre ambos países resulta de actualidad por las recientes elecciones del Ecuador, oficialmente saldadas con la imposibilidad del candidato de Correa de ganar en primera vuelta. La segunda vuelta se resolverá entre el supuesto heredero de Correa y un candidato muy conservador, con el cual se polarizó la primera vuelta.

La primera pregunta, entonces, es por qué Correa no se presentó a una nueva reelección, en circunstancias del poder perpetuo y sin elecciones de Castro en Cuba, de Evo Morales que está intentando otra reelección en Bolivia, de Chávez que intentaría seguir en Venezuela como su sucesor Maduro lo hace, y de Ortega que hasta pretensiones dinásticas tiene.

La principal razón de Correa para no presentarse a la reelección es que percibió que los “vientos de cola” de la economía ecuatoriana se habían acabado. Mientras los precios del petróleo estuvieron altos, y tuvo mucho que repartir, Correa era muy popular. Cuando los precios del petróleo bajaron y no pudo mantener el nivel del gasto público, su popularidad decayó, entonces dejó a otro candidato que se hiciese cargo de las “vacas flacas”.

Obviamente, esa razón no sería suficiente si en Ecuador, como en Nicaragua, los votos se contaran según la voluntad del ejecutivo. Pero, como lo señaló LA PRENSA en su editorial de ayer, en Ecuador los votos se cuentan bien.

Correa intentó robar las elecciones a favor de su candidato. El Consejo Electoral después de anunciar en pocas horas el 88 por ciento de los resultados, y el candidato de Correa no ganaba, comunicó que tomaría tres días para contar el 12 por ciento restante (en Nicaragua sigue sin contarse el 8% de las elecciones de 2006, y yo creo que Ortega no ganó, pese al pacto con Alemán, esas elecciones).

¿Qué ocurrió después que el Consejo Electoral anunció que tomaría tres días para dar el resultado de las elecciones?

Primero, la gente reclamando contra el fraude se mantuvo en las calles. Segundo, las fuerzas armadas se vieron frente a la posibilidad de reprimir o dividirse. En el primer caso, lo harían si fuesen ejército pretoriano del gobernante, como hizo la guardia nacional de Somoza. El segundo caso es difícil de imaginar, por la jerarquía militar y/o el riesgo de una guerra civil.

En todo caso, quedan algunas lecciones para Nicaragua.

Primero, muchas lealtades de los buenos tiempos económicos, se evaporan cuando los vientos cambian, y el gobernante se queda sin mucho para distribuir.

Segundo, el profesionalismo de las fuerzas armadas, que advirtieron del riesgo de un conflicto y la necesidad de que se respetara la voluntad popular.

Tercero, Correa ha tenido fuerte oposición de los sectores empresariales, pese a que los mismos se han beneficiado de la fuerte expansión económica cuando soplaban buenos vientos.
Cuarto, las misiones de observación internacional, de la OEA y Unasur, se hubiesen visto en una situación embarazosa legitimando un fraude.

¿Hasta cuándo podrá Ortega seguir sin dar elecciones libres? Mucho dependerá de que todos aprendamos las lecciones del Ecuador.

El autor fue candidato a la vicepresidencia de Nicaragua.

Opinión Ecuador elecciones en Ecuador Nicaragua archivo
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