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Marco Antonio Mongalo y Myriam Valenzuela llevan 59 años de casados. LA PRENSA / Jader Flores

Marco Antonio Mongalo y Myriam Valenzuela llevan 59 años de casados. LA PRENSA / Jader Flores

Marco Antonio Mongalo, el doctor que vuela a los 83 años

El doctor Marco Antonio Mongalo le arregló la sonrisa a presidentes, cardenales y misses, pero ahora su tiempo libre lo dedica a los cielos de Nicaragua.

De las personalidades que pasaron por su consultorio, la que el doctor Marco Antonio Mongalo recuerda con más ánimo es Natalie Glebova. Él le retocó la dentadura en una visita que la modelo canadiense realizó a Nicaragua en 2005 y casi un mes después la joven ganó Miss Universo. “¡Era un mujerón! ¡Se ve que paraba el tráfico!”, exclama el doctor.

La odontología es su pasión. Se nota. Todavía la practica a sus 83 años y está pendiente de las noticias que llegan de su clínica. A qué hora viene tal paciente, qué dijo tal otro de la reprogramación… Sin embargo, es justo decir que lo que más le emociona a su edad no es la profesión a la que dedicó su vida sino a volar. Sí, a volar aviones por Nicaragua. Hacerse camino hacia los volcanes Concepción y Maderas por aire, sobrevolar lagunas, bosques, hacer vuelos rasantes, aterrizar en Puerto Cabezas.

El gusanillo por la aviación se lo debe a su hermano Carlos, quien era miembro de la Fuerza Aérea de Nicaragua en los años cincuenta. Marco Mongalo casi sigue ese camino, pero otros hermanos suyos eran profesionales y al final decidió estudiar. Su licencia de aviador, de hecho, la obtuvo a los 75 años.

El doctor Mongalo no es muy alto, se mantiene en forma a punta de ejercicios —tiene un minigimnasio en casa y sale a correr con el alba—, usa ropa deportiva cómoda para estar en casa y su rostro un poco redondo está suscrito a la sonrisa y al buen ánimo. Así es como comienza a rememorar su vida. Un inusual camino que arrancó en el extremo noreste de Nicaragua, pasó por Granada, México, Estados Unidos y regresó a Nicaragua.

El doctor Mongalo con su gabacha de odontología. LA PRENSA / Jader Flores
El doctor Mongalo con su gabacha de odontología. LA PRENSA / Jader Flores

CASUALIDAD Y REENCUENTRO

Un detalle que no puede eludirse cuando se habla de la vida de don Marco Antonio Mongalo es su esposa: Myriam Valenzuela. Llevan 59 años de casados. Recién los cumplieron a finales de febrero y la historia de su amor es como de telenovela.

Para los años 30, cuando él nació en Puerto Cabezas, la ciudad del Caribe Norte nicaragüense era “un lugar próspero”, en palabras del propio Mongalo. Algunas empresas estadounidenses dinamizaban el comercio y había un vaivén de caras nuevas. Marco Mongalo fue el décimo octavo de una familia de 23 hermanos. Todos hijos de la misma pareja.
“Éramos suficientes para tener el equipo de beisbol y la banca”, bromea don Marco.

Uno de sus hermanos, Carlos Mongalo, pilotaba aviones para la Fuerza Aérea, y cuando Marco tenía 13 años se lo llevó a explorar el país a la altura de las nubes. “Ahí me entró la pasión”, recuerda. “Quería ser aviador, pero muchos en mi familia eran profesionales y yo me dije que iba a estudiar y quizás un día aprendería a volar”. El sueño vivió en él por décadas y algún día se haría realidad, pero antes estaba el estudio. Y antes estaba el amor.

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De adolescente Marco se fue al Colegio Centro América de Granada, por entonces solo de varones. Otro de sus hermanos era médico en Estelí, de donde era Myriam, y se la presentó en la década de los 50.
“Fuimos novios como por tres o cuatros años, pero nos tuvimos que separar porque cuando me bachilleré ella se fue a Los Ángeles y yo a Nueva Orleáns a aprender inglés”, explica el doctor. Y a falta de internet y redes sociales, y como él no tenía su dirección en Estados Unidos para sostener un intercambio epistolar, se olvidaron. El destino, sin embargo, les tenía una sorpresa.

No pasó poco tiempo; Marco cursaba ya el tercer año de Odontología en la Universidad Autónoma de Puebla, en México, y se fue de vacaciones a Nicaragua. Y Myriam hizo igual en la misma fecha. Abandonó Estados Unidos, regresó a Estelí y se anotó en un concurso de simpatía que buscaba una reina para la ciudad norteña. El mero día de la competencia, Marco pasó por la casa de su exnovia y decidió no estacionarse porque la vio repleta de gente. Vislumbró a Myriam sin detenerse y ella también lo miró a él… ¡Y Myriam cayó desmayada!

“¡Es que yo tenía otro novio!”, revela doña Myriam, quien acompaña en el relato a su marido, en la terracita de su casa.

“Yo creo más bien que se desmayó por el impacto de verme”, retoma don Marco. “Es que nosotros nos queríamos mucho. Lloramos el día que nos despedimos y ella allá conoció a un novio pero nunca esperó encontrarme a mí. Ideay, ¡a los meses nos estábamos casando!”

Juntos tienen seis hijos: Marco Antonio, Myriam, Loirette, Virgilio, Claudia y Cinthya.

Fue a a los 76 años que el dentista cirujano experto en rehabilitación y cosmética sacó la licencia para volar por los cielos de Nicaragua. LA PRENSA / Jader Flores
Fue a a los 75 años que el dentista cirujano experto en rehabilitación y cosmética sacó la licencia para volar por los cielos de Nicaragua. LA PRENSA / Jader Flores.

 

Sobrevivió al atentado de Fort Lauderdale

El doctor Marco Antonio Mongalo y su esposa, Myriam Valenzuela, son sobrevivientes del tiroteo en el aeropuerto de Fort Lauderdale, en Florida, que generó pánico el pasado 6 de enero de 2017.
La pareja venía de pasar vacaciones con sus hijos en Nueva Orleans, y su vuelo llegó al aeropuerto de Florida a la misma hora que otro vuelo que provenía de Canadá. Mientras los pasajeros esperaban su equipaje, un veterano de guerra llamado Esteban Santiago-Ruiz, nacido en Nueva Jersey, abrió fuego a unos veinte metros de donde se encontraba el matrimonio de nicaragüenses, y mató a cinco personas.
Las autoridades detuvieron al atacante y Mongalo y Valenzuela permanecieron 12 horas retenidos en el aeropuerto. A medianoche los llevaron junto con cientos de otros turistas a una zona segura en buses especiales.

Diploma de piloto privado del doctor Mongalo. LA PRENSA / Cortesía.
Diploma de piloto privado del doctor Mongalo. LA PRENSA / Cortesía.

DOCTOR DE MISSES Y PILOTO

Ya odontólogo, Marco Antonio Mongalo se especializó en dentistería cosmética y de rehabilitación en un centro que muchos adeptos de esta carrera conocen: el Instituto Pankey en Cayo Vizcaíno, al sur de Miami.
Trabajó en Nicaragua y cuando los sandinistas gobernaban, en los 80, se vio en la obligación de irse porque le resultaba difícil enviarle dinero a sus hijos que estudiaban en los Estados Unidos. Se exilió en 1984 y regresó a finales de los 90. Fue entonces cuando su fama incrementó.

En Villa Fontana, en un centro médico, el doctor Mongalo trajo equipos tecnológicos que no eran comunes en Nicaragua, y comenzaron a llegar pacientes de renombre. Enrique Bolaños, el cardenal Obando y Bravo, Vivian Pellas y Bayardo Arce son algunos, y también tuvo una alianza con Miss Nicaragua. Él le trabajó la sonrisa a Xiomara Blandino y a Cristiana Frixione, por ejemplo. Y arregló incluso la de una Miss Universo.
En 2005, los organizadores de Miss Nicaragua invitaron a Miss Panamá y Miss Canadá para que compartieran con las candidatas pinoleras. El doctor atendía a las muchachas y Natalie Glebova, la canadiense, le pidió un favor a Mongalo. El doctor lo recuerda como si fuera ayer:

“‘Mire doctor, yo tengo estos dientes un poquito así, crooked (desaliñados)’ me dijo, porque no hablaba español. Entonces le hicimos las carillas de porcelana. ¡Y no va ganando al mes o dos meses el Miss Universo!”

Glebova lo visitó después de la coronación y le dio las gracias. “Usted fue parte de mi éxito”, le dijo, y grabó un anuncio televisivo gratis para promocionar el trabajo de Mongalo.

Cuatro años más tarde, el exitoso doctor cumplió una meta más, pero nada tendría que ver con dentaduras aunque sí con sonrisas, con “su” sonrisa: emprendió su primer vuelo como capitán y obtuvo su licencia de piloto privado en Nicaragua. Era el más anciano del curso y afirma ser el más longevo en haber obtenido el diploma, con 75 años. Antes de aceptarlo, de hecho, en la Escuela de Aviación Golden Wings revisaron las reglas y se percataron que no hay límite de edad; solo se exigen algunos exámenes médicos y el doctor los pasó con creces.

Hoy el odontólogo es bien respetado en los cielos y sale cada vez que puede en las avionetas Cessna que posee la escuela. En su casa tiene cientos de fotografías de eventos junto a los demás pilotos, la mayoría jóvenes, pero todos igualmente uniformados y sonrientes.

“Y a veces hacemos cosas locas”, dice el doctor. Hace poco, por ejemplo, fueron en grupo a ver la película Sully (que retrata la hazaña de un piloto que salvó decenas de vidas al aterrizar un avión comercial en el río Hudson de Nueva York tras percatarse de una avería). A petición del doctor, todos los pilotos fueron de uniforme y gorra al cine y los espectadores hasta hicieron fila para fotografiarse con ellos.

Cuando se le pregunta al doctor Marco Antonio Mongalo lo que le gusta más, si la dentistería o la aviación, él titubea, y su esposa, que está cerca, exclama: "¡Soy yo!" LA PRENSA / Jader Flores.
Cuando se le pregunta al doctor Marco Antonio Mongalo lo que le gusta más, si la dentistería o la aviación, él titubea, y su esposa, que está cerca, exclama: “¡Soy yo!” LA PRENSA / Jader Flores.

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