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Joaquín Absalón Pastora

El celular

El internet es el amo global de la comunicación. El celular es el mago diminuto del monstruo, la síntesis del fenómeno en las palmas de las manos, el pájaro que vuela para llevar instantáneo el mensaje a las puertas de la emoción. En el caso de los canales informativos de la televisión pudo ser capaz de burlar a la censura.

Las redes sociales son los nuevos medios de comunicación, se introducen en cuanta oportunidad haya de beber en las fuentes.

Hasta tienen el crédito de la verosimilitud aun cuando la información emane de los huecos de la fantasía como en el caso en que un expresidente de la República amaneció muerto porque al imaginario se le ocurrió matarlo. Son la cátedra mecánica que puede tentar al aficionado al “clix” a ser periodista con solo el cultivo libérrimo de la extroversión, formato digital diagramado con leve movimiento. Pueden meterse con ese jugueteo en la inmensidad de una biblioteca llena de folios expeditos para ser puente etéreo de la ilustración o en sentido contrario, de la estupidez. La técnica puede burlar a la censura impuesta por los dictadores en la función de apagar la luz de la libertad. Y es que el mundo tecnológico con los nuevos sabios del siglo, descubre la forma de penetrar el mensaje prohibido. La metodología le ha tapado la boca al payaso más axiomático de la arbitrariedad, Nicolás Maduro, quien con “bombos y platillos” cerró la versión en español de CNN (televisión) para que no se viera en Venezuela. Total, la señal apareció gratuitamente en YouTube en el enlace con cnnespañol.com. Ninguna furia podía darle efectividad a la prohibición. La creación de nuevos servicios digitales garantiza la seguridad de la penetración. Hay siempre una clave leal que evitará la aparición de las sombras contra la agresión cibernética

En el abordaje de la parte negativa porque todo tiene su “pro y su contra” es atinado reconocer que el celular como instrumento manipulable puede ser también “sin querer queriendo” un cómplice indirecto de la muerte cuando viaja por los caminos con alas terrestres cada vez que es usada la máquina inadecuadamente por el absolutista del timón con peores saldos cuando va “chateando” con la copa adentro.

Es valedero reconocer en cuanto a la función de las redes sociales que estas alojan información errónea convirtiéndose en producto adulterado de la veracidad, en una lesión que hiere tanto al sistema como al sujeto de la recepción. “Face Book” ha sido duramente criticada por el posible impacto de su algoritmo que ha tenido la información con la difusión del mensaje falso en el resultado del caso de la elección de Donald Trump y de la desnudez de una niña en Vietnam. Se admite que la red ya no es un lugar de encuentro de tipología social privada sino una fuente de información con linderos más que públicos. El propio Mark Zuckerberg ha dicho:

“Hemos de analizar los efectos poderosos del sensacionalismo y la polarización que llevan a una pérdida del consenso”.

Ciertamente los usuarios merecen un superior nivel de perspectivas, una respuesta veraz al rescate de los valores, una revisión restauradora en los contenidos políticos. En suma al amo global hay que ponerlo “bajo la lupa”, guiarlo con la luz diurna de la razón para que la nocturna en el silencio conduzca a la reflexión.

El autor es periodista.

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