Tiene razón el sector de la oposición democrática que acusa al secretario general de la OEA, Luis Almagro, de medir con doble rasero a Venezuela y Nicaragua.
Almagro ha endurecido su posición ante la dictadura de Nicolás Maduro al exigirle que convoque a elecciones libres y limpias observadas internacionalmente, en el término de tres meses, so pena de proponer que Venezuela sea excluida de la OEA.
Almagro señala que el gobierno de Maduro “antepone su interés de mantenerse en el poder por encima de la voluntad de los electores”; que el pueblo venezolano debe volver a “tener en sus manos el poder de decidir su destino”; que los derechos humanos son violados sistemáticamente y muchas personas son torturadas; que no se cumplen los principios de la Carta Democrática Interamericana; que hay una colusión del poder ejecutivo con el electoral y el judicial; que se restringe la libertad de expresión y se ataca a los medios de comunicación independientes, etc.
En términos generales eso mismo hace en Nicaragua el régimen autoritario de Daniel Ortega. Sin embargo, en Venezuela hay otras situaciones como la crisis humanitaria de alimentos y medicinas, la inseguridad pública extrema, la existencia de presos políticos, el acoso a la empresa privada y la destrucción de la economía de libre mercado, que no existen en Nicaragua. Además, Almagro no lo menciona pero es seguro que toma en cuenta que en Venezuela la oposición está unida y la gente se moviliza masivamente en las calles, en demanda de un cambio de gobierno para que se pueda poner fin a la crisis general que sufre el país.
En Nicaragua el régimen viola la Carta Democrática Interamericana pero no hay una crisis como la de Venezuela y la población nicaragüense aguanta pacientemente la dictadura. Seguramente esa es la explicación de que Almagro tenga enfoques diferentes sobre ambos países y mientras para Venezuela exige la convocatoria inmediata de elecciones libres y limpias, en Nicaragua ha pactado con Daniel Ortega un acuerdo para maquillar el sistema electoral fraudulento, observar los comicios municipales de noviembre y darse un plazo de tres años para ver si mejora la situación.
Pero hay que estar claros de que la OEA no va a botar a la dictadura venezolana. Recordemos que Cuba fue expulsada de la OEA cuando se convirtió en un Estado comunista totalitario, pero el castrismo siguió en el poder, cometiendo atrocidades, como si nada hubiera ocurrido. Muchos años después, en Honduras, Mel Zelaya fue derrocado porque pretendía violar la Constitución para poder reelegirse y la OEA aplicó contra el gobierno provisional las sanciones previstas en la Carta Democrática Interamericana, pero Roberto Micheletti se mantuvo en el poder hasta cumplir su mandato.
Sin duda que la presión internacional es importante para aislar y debilitar a un régimen dictatorial y debe ser aprovechada por la oposición. Pero en definitiva, el cambio democrático depende de los factores nacionales, en primer lugar de que la población adquiera conciencia y decida movilizarse hasta lograr la apertura democrática y la celebración de elecciones libres y limpias.