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Leopoldo Sánchez Amador

¿La víctima se convierte en victimario?

El ancestral  conflicto Israelí-Palestino ha vuelto a hacer crisis, al    expresar el presidente Trump que no apoyará la tesis de “los dos estados, que el expresidente Obama apoyaba, más bien fortalecerá la relación con Israel, dejando a los palestino prácticamente en el limbo.

Del territorio que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) entregó a la comunidad de judíos ortodoxos en 1948, el 55 por ciento del territorio lo  detentaba a  esa fecha Palestina, conocida como Cisjordania. A partir de dicha fecha el territorio donde está asentada su población ha venido siendo reducido, tanto por  invasiones como por conflictos armados, que la Resolución de la ONU no reconoce, a tal punto que actualmente el territorio que ocupa el pueblo palestino  ha sido reducido a apenas el diez por ciento del que ocupaba en 1948.

Desde muy joven he sido admirador de la fortaleza con que  el pueblo judío soportó los atropellos y crímenes de lesa humanidad   que lo sometiera la Alemania nazi y después, una vez asentados en el territorio asignado y constituidos en Estado democrático, me  maravillaron  sus avances tecnológicos en riego y en productividad agropecuaria en lo que antes eran zonas desérticas. Leí  horrorizados  el Diario de Ana Frank y el  Éxodo de León Uris, al igual que las acciones “de película” que realizaron los comandos israelitas en Entebee, Uganda  y en el secuestro de Albert Eichmann.

Sin embargo, ya una vez constituido como el Estado de Israel leía cómo, sin ninguna justificación legal y contrario a las Resoluciones de la ONU,  se le fue restando territorio a Palestina, se le levantó un muro, que incluso impide el paso a ciertas de sus propias zonas, y lo más injustificable es como cada año aumentaba los fondos que el Gobierno de Estados Unidos le proporcionaba a Israel para fortalecer su armamento militar, en gran parte con carácter defensivo. Es cierto que los palestinos no son ningunas “monjitas de la caridad”, que han perpetrado asaltos y atentados criminales en contra de militares y  población civil pero la desproporción es enorme: Israel cuenta con el mejor ejército del mundo en términos de tecnología y disciplina, a diferencia de los palestinos que ni siquiera llegan a bandas armadas, cuyos comandos más numerosos son “tiradores de piedra”, solo armados con la frustración y la rabia que produce el que lo despojen  de su tierra.

Resulta increíble pensar que un país que sufrió en carne propia las peores atrocidades que uno pueda imaginar, ahora, ya constituidos en Estado y dotado de un desproporcionado armamento y ser una de las comunidades más cultas del mundo, haya venido despojando de su territorio a una de las comunidades más empobrecidas de la tierra, arrinconádolos en su cada día menor territorio, que originalmente era de ellos y que solo subsiste por la cooperación de la comunidad internacional.

Pero en días pasados, escribiendo este artículo, sucedió lo inesperado, lo impensable: el presidente Trump invitó al presidente de la Autoridad  Palestina, Abbas, a la Casa Blanca para finales de marzo.

Creo que el presidente Trump es quizá el único que puede lograr que Israel acceda a que Palestina se convierta en Estado, no solo por el enorme subsidio  a Israel sino por sus habilidades de negociador, independientemente que no compartamos muchos de sus criterios. Él está consciente que lograría una hazaña que cuatro expresidentes que lo antecedieron no pudieron lograr y que además en cierta forma lo colocaría en un lugar de la historia.

Ojalá que no sea una artimaña política electoral. De no serlo, tanto Israel como Palestina y más que todo el propio presidente Trump serán los beneficiarios y el mundo se lo reconocerá.

El autor es economista.

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