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industria de alimentos, Nicaragua

Las tortillerías son de los negocios que más se han proliferado en Nicaragua

Pequeña industria de alimentos en Nicaragua crecen sin control

La pequeña industria de alimentos de Nicaragua está en crecimiento, pero lo hace sin control y la viabilidad de este tipo de negocios queda en duda por la calidad de empleos que crea y la competencia desleal que genera a la mediana y gran industria. Los datos de la Cartografía Digital y Censo de Edificaciones, […]

La pequeña industria de alimentos de Nicaragua está en crecimiento, pero lo hace sin control y la viabilidad de este tipo de negocios queda en duda por la calidad de empleos que crea y la competencia desleal que genera a la mediana y gran industria.

Los datos de la Cartografía Digital y Censo de Edificaciones, que publicó el Banco Central de Nicaragua (BCN), muestran que en el país la pequeña industria de alimentos, los negocios que más está generando son panaderías y tortillerías, seguidas de dulcerías y los dedicados a procesar productos lácteos.

Para María Magdalena Cerda, coordinadora del Centro de Negocios y Asistencia a la Micro, Pequeña y Mediana Empresa (Cenami) de la Cámara de Industrias de Nicaragua (Cadin), estos negocios están naciendo al revés.

“Por lo general primero experimentan en el mercado y luego empiezan a hacer sus controles de calidad. Inician al revés y debe ser todo lo contrario porque si una empresa no tiene control de calidad, es imposible tener productos inocuos y por eso muchas veces no logran el crecimiento y el salto cuantitativo que llamamos productividad”, manifestó Cerda al ser consultada.

Pero para el economista y catedrático Luis Murillo, este no es el único inconveniente que presentan estos negocios, sino también el hecho que consciente o inconscientemente emprende una competencia desleal sobre la mediana y gran industria local.

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Industria de alimentos. LAPRENSA/L.GONZÁLEZ

Provocan afectación

En primer lugar Murillo hace una diferenciación, en función de la competencia y competitividad de las micro y pequeñas empresas frente a la mediana y gran industria de alimentos. Y por otro lado, el significado de esos sectores ante la economía en su conjunto.

“En función de la primera diferenciación yo diría que por el hecho que las micro y pequeñas empresas están en el sector informal y son el grueso de esa industria, sí tienen una afectación negativa respecto a la mediana y grande empresa debido a que no asumen algunos costos reales (contabilidad, pago de impuestos), razón por la cual presentan costos hundidos que hacen que sus precios sean relativamente menores a los que tienen la mediana y grande empresa”, explica el economista Murillo.

A ello el catedrático de la Universidad Centroamericana añade que es necesario tomar en cuenta que la mediana y grande empresa de la industria de alimentos local “no es tan pujante como para que busque mejores mercados fuera del país, razón por la que tiene que disputar el mercado nacional con esa competencia desleal que significan las micro y pequeñas empresas”, argumentó.

En relación con el peso de la micro, pequeña, mediana y grande empresa industrial de alimentos frente a la economía en su conjunto, Murillo explica que la mayoría de las empresas no producen con alto valor agregado.

“Por esa razón se puede catalogar como una industria incipiente que no aporta ni siquiera el 10 por ciento de la riqueza nacional”, manifestó Murillo vía electrónica.

¿Es caro o es asunto de actitud?

Para María Magdalena Cerda, coordinadora del Cenami, una de las razones por las que los dueños de micro y pequeños negocios en la industria de alimentos no inician sus operaciones con todos los permisos sanitarios es por la falta de capital y de conocimiento al respecto.

“Nacen los negocios, pero no son conscientes de cuánto les costará ponerlo, porque el fuerte de ellos son mipymes de subsistencia en su mayoría y todo ello frena que lo hagan con todos los requerimientos”, enfatizó.

Sin embargo, Leonardo Chavarría, director de vinculación e innovación tecnológica de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), explica que además de los permisos establecidos por Ley, el resto es un asunto de “actitud”.

“Los grandes cambios en temas de inocuidad en la pequeña industria de alimentos en el país surgen primero de un cambio de mentalidad y todo ello fortalece los permisos que se necesitan para operar. Un buen manejo de alimentos está ligado al compromiso de los dueños por no contaminar los productos y mantener condiciones seguras”, dijo Chavarría al ser consultado en el Congreso Regional de Innovación, que realizó Cadin la semana pasada, en Managua.

Algunas lo hacen bien

Por mencionar un ejemplo, Chavarría recordó la experiencia que tuvieron con unas 600 mipymes de alimentos en el que resalta la vivencia de las rosquillerías de Ocotal (Nueva Segovia) y Somoto (Madriz), donde esos pequeños cambios hicieron grandes diferencias en la productividad y calidad del producto que ofrecen.

“Como academia uno de nuestros compromisos sociales es el trabajo con las mipymes del país, así que en conjunto con estudiantes de Ingeniería Química, trabajamos con unos 600 negocios en la elaboración de sus manuales de Buenas Prácticas de Manufactura (BPM) y dio muy buenos resultados. Ahí aprendimos todos y lo más importante es que no se necesitó de las grandes inversiones que en ocasiones se piensa”, manifestó el catedrático de la UNI.

Chavarría cree que la inversión es necesaria cuando el negocio quiere dar un salto productivo.

“Una vez que se consolida en el mercado, incrementa la demanda y necesita nuevos niveles de rendimiento, pasa de ser un negocio artesanal para convertirse en uno semindustrializado. Es entonces que hay que ver la inversión para comprar maquinaria que permita dar el paso y cumplir con los contratos”, explicó Chavarría.

pequeña industria de alimentos
Las dulcerías también forman parte de la oferta de la pequeña industria de alimentos en Nicaragua. LAPRENSA/Y.LÓPEZ

¿Cómo fomentar mejoría?

Para la especialista en Desarrollo Económico, Elizabeth Membreño, si existiese mayor formalidad del empleo y más oportunidades, definitivamente las personas no se verían incentivadas a crear pequeños negocios de subsistencia y no invertirían su escaso patrimonio familiar en negocios con cierto riesgo.

“Revertir la informalidad de la micro y pequeña empresa es uno de los grandes desafíos estructurales que enfrenta nuestro país, por consiguiente debe ser atendida desde varias vías de transmisión: apoyarles en capacitaciones por sectores específicos para que puedan superar los cuellos de botella que presentan sus diferentes eslabones en la cadena de valor; fomentar una responsabilidad empresarial con enfoque de micro y pequeñas empresas donde se genere conciencia sobre una mejor contabilización de ingresos”, explica la economista.

Más: Emprendedores en Nicaragua quieren nueva política fiscal

Otro aspecto que Membreño considera necesario es el hecho que el crédito sea más asequible, lo que responde a un proceso de fortalecimiento de la institucionalidad económica, donde los sistemas sean más claros y sobre todo accesibles a los pequeños empresarios y de manera más óptima si se combina con un enfoque de género.

“Otro punto vital es empoderar (a los emprendedores) con los medios digitales para que puedan segmentar sus mercados y de esa manera utilizar técnicas de mercadeo que sean más sencillas y que les ayuden a identificar medios alternativos para hacer negocios, como el comercio en redes sociales”, enfatizó Membreño.

“Definitivamente superar ese desafío nacional responde a la necesidad de cambios tecnológicos y educativos, de esa manera se puede reducir la informalidad laboral y por ende mejorar la productividad tan anhelada para alcanzar mejores niveles de desarrollo económico”, manifestó Membreño.

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Las mujeres en Nicaragua son muy activas en la pequeña industria de alimentos. LAPRENSA/Y.LÓPEZ

Es un freno en la región

Por funcionar en la informalidad el crecimiento de la pequeña industria de alimentos, según la economista Adela Ubau, implica una menor recaudación de impuestos y un freno para la productividad.

“El grueso de estos trabajadores no contribuye a un sistema de pensiones y está desprotegido, por ejemplo, ante una eventualidad médica, su retiro de vejez o cualquier accidente laboral… La informalidad supone un freno para las economías latinoamericanas, cuya productividad se ve afectada por este fenómeno”, agrega la economista y añade que la informalidad laboral en Latinoamérica no se distribuye de forma homogénea.

“En países con una alta renta per cápita, como Argentina, Uruguay, Brasil, Panamá o Chile, es sustancialmente menor que en Centroamérica, donde puede llegar al 70.7 por ciento de los trabajadores, como en el caso de Honduras”, detalló Ubau.

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