Desde la Colonia española en Nicaragua, (1500/1821), la tierra se convierte en el principal medio de producción. Para los propietarios de la hacienda señorial la posesión sobre la tierra se concibe como símbolo de riqueza y poder. Aunque este concepto es primitivo y consustancial al feudalismo, más que a una expresión capitalista del desarrollo.
Desafortunadamente, el gran productor y/o empresario agropecuario en Nicaragua, históricamente se ha concentrado en la producción de agro-exportación sin acompañar el crecimiento del mercado interno del país. Su visión y misión empresarial responden a las ganancias individuales, carente, casi totalmente, de un interés social, colectivo y de nación.
Lo más grave es que este actor económico, interpreta la propiedad sobre la tierra como expresión de riqueza y poder —aún sin trabajarla— como en los mejores tiempos del feudalismo histórico. Este representante económico, al parecer, no ha cambiado en la Nicaragua del Siglo XXI, en su mayoría los propietarios de la tierra son terratenientes (TT) que, sin trabajar la tierra, desean poseerla egoístamente, como término de control económico y del poder sobre otros. Es decir, pareciera que desean vivir de la renta de la tierra.
Precisamente, por este comportamiento socio/económico de los empresarios/productores agropecuarios de Nicaragua, es que se ha estimulado una brecha incontenible integrada por dos creadores agropecuarios, los empobrecidos y los enriquecidos. Dos actores socialmente enfrentados y hasta hoy, sin visos de interrelacionarse en función de país. Los grandes productores agropecuarios califican a los arruinados del campo, como fuerza de trabajo barata o de bajo costo. Únicamente.
El sector primario de la economía, es visto, en la Nicaragua actual, como un espacio accesorio del desarrollo. Todo el pensamiento gubernamental, empresarial, comercial y de fomento, se concentran en el comercio de bienes suntuarios, es decir, en el sector terciario, y dejan en las manos del tiempo, la empresa agropecuaria.
De tal manera pues, solamente, cuando los actores socio/económicos de Nicaragua hayan comprendido que la propiedad de la tierra, debe ser un instrumento de desarrollo, y no un bien amado e intransferible, y deba ser usado menos egoístamente, para que contribuya al desarrollo sostenible.
“Yo lo que pido es que nos ayuden con la tierra. El bono es una buena ayuda, que nos ha servido para dar de comer a nuestras familias, pero sería mejor si incluyera la tierra, para que la podamos trabajar sin miedo a que nos la quiten”, dijo la campesina Crismary, mientras sostenía a su pequeña niña. Fuente: Diario La Prensa, 2016/07/05.
El autor es sociólogo e Investigador Social.
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